Los cactus de seis metros de Julia

Rocío García Martínez
rocío garcía A ESTRADA / LA VOZ

A ESTRADA

Miguel Souto

Una casa estradense luce en su fachada tres plantas de altura imponente

09 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Cualquiera que haya pasado alguna vez por A Consolación, en Tabeirós (A Estrada), seguro que se ha fijado en una casa de piedra con una fachada adornada por cactus. De día o de noche, el edificio reclama la atención por los tres ejemplares de cactus inusualmente altos para la media gallega. Seis metros mide el más elevado, pero sus dos hermanos no le van a la zaga. De día, imposible no fijarse en las columnas espinosas que avanzan por la fachada queriendo tocar el cielo. De noche, la iluminación decorativa con miniplacas solares los hace brillar con luz propia.

La artífice de tal curiosidad botánica es Julia Puente Moreira, una vecina de 78 años que pone un pedacito de alma en todo lo que hace. Los cactus son una de sus aficiones. Empezó a coleccionarlos con veinte años y tiene ahora centenar y medio de distintas especies. «Xa case non teño onde metelos», cuenta señalando las ventanas repletas de macetas.

Los cactus que flanquean la casa familiar no fueron traídos de ningún destino exótico. «Compreinos na feira da Estrada hai máis de vinte anos», explica Julia. «Son Cereus peruvianus, ou polo menos eso creo», comenta la estradense, que está muy puesta en el tema y que ahora comparte información y dudas en un grupo gallego de Facebook sobre cactus y suculentas. Es la misma especie que se conoce como «cactus del ordenador», porque muchos lo colocan junto a él para que absorba las radiaciones electromagnéticas

Los Cereus peruvianus son una variedad de cactus originaria de América del Sur. Se caracterizan por su forma de columna espinosa y por su gran altura. En su medio natural pueden llegar a alcanzar los diez metros de alto. Más raro es que lleguen a alcanzar tales tamaños lejos de sus tierras de origen.

«Cando os plantamos xa estaban feitas as beirarrúas de aquí da Consolación. O meu home fixo un burato nunha baldosa e plantamos o primeiro exemplar. Trouxeramos outro que deixamos nunha maceta e que plantamos despois do outro lado. Daquela non había Internet. Eu comprara algún libro de cactos, pero non sabía que podían medrar tanto. Díxenlle ao meu home de broma que igual tocaba no balcón da casa. El díxome que estivera tranquila, que iso non o iamos ver nin el nin eu. El daquela andaba embarcado, e dunha vez que volveu á casa, o cacto xa estaba esmagado contra o balcón», explica Julia. Para no limitar su crecimiento, lo trasplantaron unos centímetros hacia el lateral, buscando un hueco entre dos de los balcones de la edificación. El cactus, vio el cielo abierto y siguió su ascenso.

De todas formas, el segundo en incorporarse a la fachada consiguió luego superarlo y se alza ahora a unos seis metros sobre la acera, sobrepasando incluso la altura de la buhardilla que corona de vivienda. El tercero, el menor del trío, nació de la cabeza que en su día se le rompió al segundo. «Corteille o podre, deixeino curar, planteino e enraizou tamén», explica Julia.

Dicen los sitios web especializados que los Cereus peruvianus deben regarse en primavera y verano, cuando la tierra se note ya seca, y luego ir espaciando el riego. En invierno solo necesitarían agua una vez al mes como mucho. O nunca, si hay humedad suficiente en el ambiente. Tal recomendación es imposible cumplirla en Galicia con inviernos como el que está cayendo este año y con los cactus plantados a la intemperie. «Mira que non chupan auga aí fóra... pero aí están», constata Julia. Según explica, el primero echa flores «brancas tirando a rosas» y los otros dos «branco tirando a verde pálido».

Sin competencia

Sus cactus tienen hijos por medio municipio. «Teño dado moitas ramas, pero que eu saiba de momento ningún está tan alto, aínda que hai un aí no Outeiro que medrou moito», cuenta Julia.

El verano pasado, la estradense estuvo de viaje por Lanzarote. Por supuesto, visitó el Jardín de Cactus de César Manrique y no pudo resistirse a probar la hamburguesa de cactus. «Desfruteino moitísimo. Eu son moi mala calculando, pero penso que, con ser en Lanzarote, os exemplares non chegaban á altura destes», dice Julia orgullosa de sus criaturas.

La taquígrafa que ejerció codo a codo con el Che Guevara

Además de sus cactus XL, Julia tiene muchas más anécdotas que contar. Con 13 años emigró a Cuba con su padre, Antonio Puente, y vivió la revolución cubana al completo. «Fun vivir á casa duns tíos e traballei na Empresa Consolidada de Construcción Naval, creada polo Che, que era ministro de Industria. Eu traballaba de secretaria do enxeñeiro xefe do departamento de Producción, Raúl González Tapia. Ata me veu visitar despois unha vez que veu a Ferrol. Hai pouco que me enterei de que foi un home importante da Revolución e entendín certos privilexios que tiven, aínda que traballei como unha negra», cuenta.

Julia recuerda los episodios de Playa Girón y la Bahía de Cochinos. «Oíanse os bombardeos e meus tíos puxeron uns colchóns debaixo das mesas para que nos meteramos alí», recuerda. No se le borra tampoco la bomba que hizo un boquete en una iglesia que frecuentaba al poco tiempo de llegar. «Daquela era moi forofa da igrexa. Agora non», dice. Ni el primer aniversario de la muerte de Camilo Cienfuegos, en el que la muchedumbre la arrastró a centímetros de las barbas de Fidel. «Quedei incrustada nos guardaespaldas», asegura. Nunca se le borrarán tampoco los gritos de una mujer que fue a prisión a visitar a su marido y descubrió que lo habían fusilado ni las cartas que intercambió con un desconocido ejerciendo de intermediaria para que la familia pudiera tener noticias suyas.

Julia llegó a estar una vez sentada a la par del mítico Che Guevara. «Fun con outra galega de taquígrafa nunha reunión que tivera por temas dos estaleiros, creo. Era moi esixente. Quería as actas na hora. Non era home de burocracia, era de andar con armas», comenta la estradense.