Los últimos arreglos florales de María

Rocío García Martínez
rocío garcía A ESTRADA / LA VOZ

DEZA

R. G.

La florista estradense María Carnero se jubila tras más de dos décadas creando arte vegetal en la floristería Artemisa, que tendrá relevo

30 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Las hábiles manos de María Carnero Conde pronto dejarán de diseñar centros florales y de confeccionar ramos para ocasiones especiales. Le ha costado dar el paso, pero ya no hay vuelta atrás. Con los albores del nuevo año, María se jubilará. «Teño que deixar á forza, senón o home e a filla cómenme», dice riendo. Hace tiempo que su familia le recuerda que ya ha trabajado lo suficiente, pero María no se ha decidido hasta ahora, que lleva ya más de 25 años al frente de una floristería que tiene nombre de diosa y de planta a la vez.

«O nome de Artemisa suxerírono as miñas fillas e a min gustoume», explica María. Corría el año 1997 cuando la estradense abría su negocio en un pequeño local de las Galerías 2000. «Botou alí un ano e despois xa nos trasladamos para a rúa Iryda», cuenta desde su amplio local con salida a dos calles, que estos días está teñido de rojo y repleto de frondosas flores de Pascua.

Cuando María abrió la floristería ya llevaba una década viviendo de las flores. Ella y su marido se habían estado ganando la vida en el País Vasco y, al regresar a la parroquia de Agar, María no encontraba trabajo. «Se non tiñas un título de ministro non te collían en ningún lado», dice con su espontaneidad característica. «Primeiro plantei xudías. Fixemos 400.000 pesetas daquela con elas», recuerda. Pero poco después decidió dar el salto al mundo de las plantas ornamentales. «Queriamos algo que non fose só de tempada. Fun á oficina agraria e asesoráronme moi ben. Eu quería poñer un invernadoiro pequeno, pero o técnico convenceume de que iso non era rentable. Díxome que sería como ter só unha vaca. Ao final fixemos un invernadoiro multitúnel de 1.000 metros cadrados e plantamos 19.000 plantas de clavelina», explica. Con el tiempo, aquel invernadero primigenio tuvo descendencia y el tipo de producción fue mudando. Se pasó de la clavelina al clavel y luego a la gerbera y al final se apostó por la variedad: rosas, antirrino, alelís, ornithogalum, lilium y todo tipo de crisantemos y verdes. «Os verdes son moi cotizados. O de pino non, pero os outros son máis caros que a propia flor», explica María satisfecha de su producción de aralias, aspidistras, monstera o parriculata.

«Os inicios foron tempos de moito traballo. O meu home púxolle luz ao invernadoiro e eu traballaba case día e noite», cuenta.

Tras diez años vendiendo al por mayor, María no tuvo miedo a emprender de nuevo. «O meu marido quedara no paro e eu decidinme a abrir a florería. Funme preparar un pouco con outra florista de Pontevedra e despois saquei o título da Escola d’Art Floral de Catalunya, a que ten máis prestixio», explica satisfecha. Sus ansias de mejorar la llevaron seguir haciendo cursos de especialización de todo tipo, aunque en la práctica no puede aplicar ni la mitad de lo que sabe por la necesidad de adaptarse a los gustos del cliente.

«Cando me dan liberdade é cando mellor traballo. Para unha voda, por exemplo, o ideal é que me digan o presuposto e me deixen traballar. Aí perdo ata as orellas, pero levan un arranxo espectacular», confiesa.

Con el tiempo María se ha ganado la confianza de muchos clientes que van a echar de menos sus manos de oro y su inspiración para crear. «Isto é arte, non é apañar as patacas ou facer o pan», reivindica.

Sin plantas en casa

María también va a echar de menos a su clientela, pero le satisface saber que al menos el negocio tendrá relevo. Las negociaciones aún no están cerradas, pero ya hay una persona interesada en hacerse cargo de la floristería Artemisa. Entretanto, María se dedicará a la piscina y al gimnasio para seguir manteniéndose en forma. La estradense no es de llevarse el trabajo a casa. «Plantas non teño. En Agar temos un xardín que deseñei eu, pero xa puxen cousas que requiren pouco coidado», confiesa.