«Toca o turrón na casa, non vamos viaxar»

Javier Benito
javier benito LALÍN / LA VOZ

DEZA

Cedida

Muchos dezanos en la diáspora descartan volver en Navidad por el riesgo y el coste de las PCR

20 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

«Toca o turrón na casa, non vamos a viaxar». La frase la pronuncia Elena Ferradás, residente en Italia, pero podrían hacerla suya la mayoría de los dezanos que se encuentran diseminados por toda Europa o el resto del mundo. Esta Navidad el regreso a la tierra natal está descartado en la inmensa mayoría de los casos. Y aquí aparecen algunos ejemplos en distintos países. Detrás hay un denominador común, el temor a poder contagiar el virus al entorno familiar en los viajes que requieren estancias en aeropuertos. Tampoco ayuda la obligatoriedad de realizarse en muchos casos una PCR al salir y otra al regresar al país de origen, que en caso de muchos integrantes de la familia eleva de forma significativa el coste económico.

Las llamadas telefónicas, las videoconferencias, Skype,... Habrá otras formas de estar unidos en la distancia en esas fechas especiales, aunque faltará ese calor de hogar, de reencuentro en unas fiestas para muchos con una cargada añadida de sentimentalidad. Muchos viven además en países donde las restricciones se endurecieron en estos últimos días por la fuerza de la segunda ola. Les tocará esperar para convertir abrazos virtuales en reales.

«Es más responsable ir en un par de meses, cuando esto mejore»

Nosotros nos planteamos mucho si ir o no a Galicia ahora; si fuera por ganas ya estábamos ahí, pero además de que está altamente recomendado no viajar hasta mediados de marzo, nos pareció lo correcto y lo más responsable quedarnos aquí e ir en un par de meses cuando esto mejore». Así reflexiona Pía González Legerén, lalinense residente desde el 2013 en la localidad holandesa de Delft, cuando se le pregunta si regresará a casa en Navidad. En Holanda la pandemia empeoró tras el verano, con cifras muy altas a principios de octubre que motivaron un confinamiento parcial. Hubo cierre de restaurantes, restricción de los grupos de personas y de visitas en casa, así como mascarilla obligatoria en el interior.

«Poco a poco fue mejorando y se relajaron algo las restricciones, pero a finales de noviembre y principios de diciembre con la celebración del Sinterklass, la gente se lanzó a la calle y a las tiendas, junto al propio día de reuniones familiares, así que las consecuencias no tardaron en llegar», comenta Pía. Las cifras de positivos se empezaron a disparar y desde el pasado lunes están confinados en Holanda. «Está cerrado absolutamente todo lo no esencial hasta el 19 de enero», explica.

En estos momentos no funcionan ni colegios ni guarderías, así como gimnasios, piscinas y otros establecimientos considerados no esenciales. Como ocurrió con el primer confinamiento en nuestro país, le preocupa la segunda ola, con miedo a que pueda afectar a sus familiares y amigos en su Lalín natal. Esta Navidad tocará verse en la distancia.

Pía González, afincada desde el 2013 en Delft, enseña español y gallego

«La gente tiene miedo de viajar a casa, los aeropuertos y contagiar el virus a los de allí»

Aprincipios de año Fernando Santaló, un treintañero de Vila de Cruces de espíritu inquieto, dejaba Nueva Zelanda por Irlanda. Reside en una pequeña ciudad, Waterford, de unos 53.000 habitantes. Hace poco tiempo dejó su anterior trabajo en un hospital, en labores de mantenimiento que incluían la limpieza de las habitaciones de enfermos de covid-19. Desde el día 1 de diciembre se incorporó a una multinacional australiana de electrodomésticos y aparatos electrónicos para actuar de chófer. «Conduzco una furgoneta y tengo un pinche conmigo que tiene descargar las cosas», explica, recorriendo cada día el condado de Waterford. Contento con su nueva profesión, menos arriesgada, descartó pedir días libres en Navidad para regresar a tierras cruceñas, ya que además sería complicado por la obligatoriedad de realizar PCR.

«Estoy muy contento porque ahora cobró 15 euros la hora y si hago menos de 8, me las pagan todas, y si hago alguna extra me la pagan aparte», comenta Fernando. Los amigos con los que comparte casa, con los que ya vivió en Nueva Zelanda, tampoco podrán volver a nuestro país. «De los españoles que conozco aquí solo mi novia va a ir a España en Navidad; ella trabaja en una farmacéutica que está testando la eficacia de la vacuna de Moderna», apunta este cruceño cuya pareja es soriana, significando que «la gente tiene miedo de viajar a casa, los aeropuertos y reunirse con la familia y contagiar el virus a los de allí».

Fernando Santaló comenta que «no es obligatorio llevar mascarilla por la calle, solo cuando estás dentro de sitios, aunque en general respetan». «Tras el primer confinamiento abrieron el país por fases, más o menos parecidas a las de España, también los pubs y la cosa fue para arriba, para arriba y nos volvieron a confinar más o menos de septiembre hasta principios de diciembre», incide. «Los pubs están abiertos y de momento la cosa va bien, no te dejan beber cervezas u otra cosa si no pides de comer para que la gente no se emborrache, pero a partir del lunes ya será libre y puede dispararse el problema porque hay muchas ganas de fiesta, y los centros comerciales están muy llenos», resalta.

«Toda Italia se confina o luns, e nada de comidas en familia»

En el área metropolitana de Milán, en Cesate, una de las zonas más castigadas por el coronavirus en la primera ola y que tampoco se salvó en la actual segunda, reside Elena Ferradás con su marido, Giorgio, y sus dos hijas, Sofía y Lara. Natural de Rodeiro, todos los años aprovechaba las vacaciones navideñas para regresar a su tierra natal a visitar a sus familiares. Este 2020 esa opción está descartada. «Xa fixen un pedido online de turrón e mantecados, este ano vai así», reconocía con cierta pesadumbre. Detrás de su decisión hay más de un motivo. En estos momentos Rodeiro tiene restricciones a la movilidad, que se desconoce cuándo se levantarán. Además, «teríamos que facer unha PCR para ir e outra para volver, así que non é posible».

«O que se bota de menos é o marisco nestas datas de Nadal», apuntaba Elena Ferradás, quien solo podrá disfrutar de estas fiestas en compañía de su marido e hijas, además del perro de la familia, Camba, un nombre que muestra la nostalgia de su tierra. Respecto a la situación en Italia, apuntaba esta dezana que hasta mañana lunes se encontraban en zona amarilla, que supone no poder salir de la región y toque de queda entre las 5.00 y las 22.00 horas. Los casos detectados están disparados en el país pero la hostelería y las tiendas están abiertos, «pero é unha apertura para tranquilizar aos comerciantes porque a situación non é boa e hai moitos casos, uns 18.000 houbo hoxe -en alusión al viernes- y 684 mortos». Una situación a la que le resta poco tiempo, ya que las autoridades italianas ya anunciaron que desde este día 21 hay confinamiento general al saltar a zona roja. «Non vamos a poder saír de casa, ou só para mercar e quedando no municipio. De comidas e ceas en familia, nada de nada», comentaba Elena Ferradás.

A esta familia con parte de sus orígenes en Deza le tocará esperar tiempos mejores antes de reunirse con los suyos. Paciencia infinita, «pero non importa, mentras teñamos saúde», insistía Elena. Apuntaba con humor sus dudas sobre pedir que les envíen unos chorizos caseros, en alusión a los riesgos de las matanzas domiciliarias sobre los que se alertó en Rodeiro y, en general, en toda Galicia. Una anécdota sin duda en este proceloso camino que para ellos, en el área metropolitana de Milán, comenzó antes que en España. Ya estuvieron confinados por primera vez a partir del 21 de febrero, con cierre total hasta el 9 de marzo, mientras en nuestro país el estado de alarma no llegó hasta el 14 de marzo.

Las llamadas telefónicas paliarán en parte esa falta de contacto personal en unas fiestas tan familiares como la Navidad. Como casi todos, las esperanzas se depositan en el 2021 en las vacunas.