Ben O'Connor da el golpe en la Vuelta

Jon Rivas COLPISA

DEPORTES

Javier Lizón | EFE

El australiano, cuarto en un Tour y en un Giro, distancia en cinco minutos a los favoritos

22 ago 2024 . Actualizado a las 20:20 h.

Entre las cajas de pago del Carrefour de Jerez, con los empleados asomando curiosos por la novedad en el pintoresco escenario de la salida de la etapa, Ben O'Connor ya tenía en la cabeza disputar el triunfo. «Te lo he dicho a la mañana», le recordaba uno de los auxiliares de su equipo al llegar a la meta en Yunquera. Lo que tal vez no pensaba es que, a partir de ahora, sus ambiciones tendrán que ser más elevadas a la fuerza, porque una cosa es ganar la etapa y otra más seria, sacar más de seis minutos a los favoritos y relegar al líder anterior, y hasta ahora principal candidato a la victoria, Primoz Roglic, a 4.51 en la general.

Como quien no quiere la cosa, O'Connor le ha dado un revolcón a la carrera y sus rivales tendrán que pasar por el diván para reflexionar sobre lo que ocurrió. «Algunos equipos han subestimado a O'Connor, y ahora tiene su premio con el maillot rojo», apunta Wout van Aert.

Fue cuarto en el Tour de 2021 y cuarto también en el último Giro, un ciclista con experiencia y resistente, porque esos puestos solo se logran resistiendo, sufriendo hasta la agonía, algo que no tuvo que hacer en la ruta entre los pasillos del centro comercial jerezano y las alturas del alto de la Abeja, en Yunquera, donde pegó el picotazo, porque el corredor del Decathlon parecía disfrutar. O'Connor corría con una pedalada fluida, sin ningún gesto de sufrimiento, y esa suele ser la peor noticia para los rivales, que no plantaron cara en ningún momento, y que, en los kilómetros finales, cuando los manuales ciclistas dicen que quien va en cabeza empieza a perder fuelle por el desgaste, aumentó las diferencias, que llegaron en algún momento a los siete minutos.

Bastaba ver a quienes llegaron después, cadáveres deportivos que O'Connor fue abandonando por la Serranía de Ronda, con sus rostros desencajados, el plato pequeño y los piñones más ligeros, mientras que él, majestuoso, ascendió el último puerto con la catalina grande, que recibe su nombre por un aparato de tortura en forma de rueda dentada, adecuada sinonimia adaptada al ciclismo.

Escapada consentida

Salieron 33 ciclistas consentidos por los líderes, que preferían resguardarse para los kilómetros finales, e incluso, como aseguraba Roglic en la víspera, ceder el jersey rojo, al menos de momento. Dejaban hacer los equipos. Ni el Bora, ni el Emirates, ni el Movistar de Mas dieron una pedalada extra cuando la fuga cogía minutos y dejaba atrás a los más débiles. Quedaron once, entre ellos O'Connor, que aceleró entre riscos y curvas de montaña. Solo Leemreize le siguió, hasta que el australiano le dijo adiós.

La excursión inicial de los más valientes la hizo pedazos O'Connor cuando quiso. En solitario en los últimos kilómetros, su ventaja fue aumentando como si no existieran los pinganillos, como en tiempos de Loroño y Bahamontes, cuando camino de Tortosa, el vizcaíno se escapó y alcanzó los doce minutos de ventaja. El motorista le enseñó la pizarra al toledano con las diferencias. «Ya lo he visto, ¿y a mí qué?», dijo el Águila de Toledo. La respuesta fue mejor: «Pues imagínate a mí. Esta noche cenaré con el mismo apetito de siempre». Se repite la historia; la de 1957, o la de 2023, con Sepp Kuss en Javalambre, también en la sexta etapa, y ahora tendrán que ser quienes aspiren a ganar los que tengan que planear cómo desbancar a un líder sólido. No será sencillo. «Podría ser que ganara la Vuelta, es una gran oportunidad, de las mejores de mi carrera. Daré lo mejor por conseguirlo». Lo resume Mikel Landa: «No hemos podido hacer más. Queda mucha vuelta y toca remontar».