Un Mundial atípico y de transición

Carlos Touriño

DEPORTES

ANTONIO BRONIC | REUTERS

26 jun 2022 . Actualizado a las 21:35 h.

Antes de realizar cualquier análisis, hay que tener en cuenta que el Mundial de Budapest ha sido una prueba atípica en el calendario, por el momento en el que se programa, justo después de los Juegos, cuando la mayoría de los grandes deportistas están en período de descanso, y a solo dos años de la siguiente cita olímpica. Y, como guinda, en el mismo año del Europeo, algo totalmente inusual. Se trata de un Mundial, por tanto, de transición.

En el caso del equipo español, se han pedido mínimas muy estrictas para acceder a semifinales, y apenas cinco participantes las lograron (entre ellas, Paula Otero). Sin embargo, al Europeo irán uno o dos nadadores por prueba, algo que, de inicio, parecen políticas contrapuestas. España, además, ha cambiado el paso, con el nombramiento de un nuevo director técnico hace dos años, de modo que con la pandemia (que también ha influido mucho) no ha podido realizar el seguimiento adecuado a los deportistas. Digamos que se ha dado una conjunción de circunstancias desfavorables. Dicho lo cual, es probable que otros países participantes puedan argumentar lo mismo en relación a los condicionantes de la pandemia y del calendario.

A pesar de ello, y aun teniendo en cuenta la ausencia de Rusia, la artística española sí ha mostrado una notable mejoría, en un deporte en el que el rankeo es la clave. De modo que, aunque parezca una diferencia escasa con respecto a anteriores Mundiales, en realidad es muy importante. Y todavía falta el desenlace del waterpolo, en el que España siempre ocupa puestos de honor.

A nivel internacional, la brecha que se ha generado entre Estados Unidos como líder del medallero, y sus perseguidores, es absolutamente extraña. Australia, China y Gran Bretaña suelen rendir a un nivel bastante más alto del que han mostrado en este Mundial de Budapest.