Perdóname, Rafa

Óscar Burrieza

DEPORTES

ASANKA BRENDON RATNAYAKE

30 ene 2022 . Actualizado a las 19:38 h.

Esta no la vi venir y no me importa admitirlo. Al margen de mi enorme admiración hacia Rafael Nadal lo cierto es que, antes del partido, veía favorito a Medvedev. Además, tengo que reconocer que cuando se estaba jugando el primer set ya lo veía complicado y que, cuando se escapó el tiebreak del segundo, lo vi sentenciado. Me quedé dormido durante 5 juegos y desperté en el 2-3 del tercero. Sí, justo ahí, cuando remontó ese 0/40 que me hizo comenzar a soñar tímidamente en que podía darle la vuelta.

Su rival había declarado el día de su remontada contra el joven canadiense Auger que, estando dos sets abajo, se centró en pensar qué haría Djokovic en esa misma situación. Ese día el ruso levantó un partido tremendamente difícil demostrando una fortaleza al alcance de muy pocos. Esta vez, subestimé a Rafa y todavía me duele. Él no tenía que recordar a nadie en esos momentos. Como tantas otras veces, Nadal simplemente tenía que confiar en lo que siempre le ha dado resultado. Reducirlo todo a jugar lo que quedaba de partido pelota a pelota, punto a punto, juego a juego. Muy centrado en aguantar la fatiga acumulada, buscar soluciones tácticas, recuperar soltura en sus golpes, dosificar su energía, meterse en la cabeza de su rival, anticiparse a lo que se venía y, en definitiva, jugar bien al tenis. Con un único objetivo: terminar orgulloso de su esfuerzo.

Si bien previamente yo pensaba que el encuentro se le podía hacer largo, a medida que avanzaba me iba asombrando al comprobar lo contrario. Nadal rejuvenecía con el paso de los juegos, se imponía en el tercer set y, de repente, Daniil parecía sentir el cansancio, había una esperanza. La confirmación llegó con el break tempranero del cuarto set. A partir de ahí, no hice más que gozar y saborear lo que estábamos viviendo. Las derechas invertidas con violencia, la dejada para cansar y desquiciar al ruso, la valentía en los reveses paralelos, algunas subidas a la red, más winners, menos errores, más Rafael Nadal y menos Daniil Medveded.

El público empujaba al español y poco a poco tuve la sensación de estar viendo un combate de boxeo en el que Rafa peleaba mejor que su rival y, además, lo hacía en casa. Hasta que llegó el 5-4 y el 30/0 del quinto set. Cuando perdió el primer punto no pensé nada. Con la doble falta sí lo hice y creo que Rafa, también. Controlarse en esos momentos es muy difícil, sobre todo cuando con anterioridad se te han escapado dos finales en Melbourne yendo break arriba en el último set. Seguramente, lo recordó. Los grandes campeones lo recuerdan todo milimétricamente. Se escapó ese juego y vuelta a empezar, vuelta a su esencia. Aceptar, aguantar (verbo favorito de su tío Toni), pelota a pelota, punto a punto, juego a juego. Se repuso rápidamente con esa resiliencia que nadie puede igualar y, jugando mejor que el ruso, recuperó de nuevo la ventaja. El último juego con pelotas nuevas resultó mas sencillo. Con buenos saques, a pesar de no ser uno de sus mejores días en ese aspecto, y golpeando suelto el balear culminó la que, para mí, ha sido su victoria más épica.

Hace pocas semanas parecía impensable, el viernes muy difícil, y el domingo, con dos sets abajo, casi imposible y, aún así, ahí lo tenemos, su grand slam número 21.

Perdóname Rafael Nadal, subestimé tu capacidad, caí en la trampa de pensar que eras humano cuando ya otras veces me habías demostrado que eras un extraterrestre. No volverá a pasar, lo prometo. Muchas gracias por provocar que nuevamente hayan brotado de mis ojos unas lágrimas de felicidad. Y por último, déjame soñar que pronto llegará el 22, mi número favorito.

En unos días espero verte en tu academia para felicitarte y pedirte que no te retires nunca.

Gracias por tanto.

Óscar Burrieza fue número 126 de la ATP y es entrenador profesional.