Pogacar se impone en Los Machucos, Roglic más líder

J. Gómez Peña COLPISA

DEPORTES

Javier Lizón | EFE

El esloveno aumenta las distancias en la cabeza de la general con más de dos minutos sobre Valverde

06 sep 2019 . Actualizado a las 20:34 h.

El jueves, al entrar en la meta de Bilbao, Primoz Roglic y Tadej Pogacar se dieron la mano. Viven en equipos distintos pero son vecinos. Eslovenos. Es un país donde el deporte está en el aire. Con dos millones de habitantes llegó a tener una decena de jugadores en la NBA. Altos y fuertes. Y si no tienen talla para la canasta, les da por el ciclismo. También anotan. En la cima de los Machucos dos ciudadanos de ese menudo Estado se quedaron con toda la Vuelta. Tadej Pogacar, un adolescente de 20 años, ganó la etapa y, pegado, Primoz Roglic reforzó su liderato con medio minuto más de ventaja sobre Valverde, Quintana y Latour, y un minuto sobre 'Superman' López, el que más empeño puso en quedarse con la etapa cántabra y el que peor parado salió. Todo para Eslovenia. El futuro rotula el nombre de Pogacar y el presente, esta edición de la Vuelta, está cada vez más empaquetado en manos de Roglic. El segundo en la general, Valverde, se aleja a dos minutos y medio. Y el resto, encabezados por Pogacar, a más de tres. En los Machucos, como en Bilbao, los dos vecinos se dieron la mano. Tras la histórica vuelta en la salida por el anillo verde de San Mamés, los ciclistas arrancaron como un delantero hacia el punto de penalti. Decididos. Había siete puertos. Y en el primero, La Escrita, al pelotón ya le salía humo por la piel. El equipo Jumbo, el de Roglic, abrió el candado y permitió que cuajase un fuga masiva. El alto de Ubal despidió a Bizkaia y saludó a Cantabria. De la amenaza de lluvia se pasó al sol. Mejor. Así se vieron en su esplendor las subidas a Asón y Alisas con el pueblo de Arredondo como puente. «La Tierruca» cántabra. Palmeras de indianos. Olor a vaca. Color de brezo. Casas con balconadas. Junto a las rocas pálidas que pinchan la cima de Alisas se fugó de la fuga Héctor Sáez (Euskadi-Murias), manchego de Caudete y de sangre caliente. Antiguo campeón de España juvenil. Un tipo fornido que prefiere el llano a la montaña. Sin embargo, ahí estaba, escapado en Cantabria, a la que llaman con razón 'La Montaña'.

La fatiga ocupaba por completo el cuerpo de Sáez cuando alcanzó la cuesta final. Mejor no mirar. A los Machucos no se entra. Se choca contra ellos. El primer muro enterró a Sáez. El resto de los fugados subían lentos a su entierro. De lado a lado de la carretera. Presos de cada rampa. El francés Amirail lo intentó hasta que en un tramo del 25% le desobedecieron las piernas. Clavado. Le relevó su compatriota Latour, ganador en Aitana en 2016. Para un escalador como él cualquier cuesta es buena, pero... Los Machuchos es más que eso. Es la desmesura. Alpinismo. Obliga a pedalear hasta con las uñas. Además, el ritmo por detrás del Astana de 'Superman' López había arrimado a los favoritos, que olían la sangre de los escapados.

Algo maquinaba el Astana

El ataque de López. Pero no llegó. «No ha sido su mejor día», lamentó uno de sus gregarios, Ion Izagirre. Con 'Superman' sin fuerzas, Quintana ocupó su lugar en la batalla. El colombiano quiso poner al descubierto la debilidad de los otros con una arrancada y desveló su propia fragilidad. Los Machucos seguían atizando con rampas imposibles. Hayedos sobre cunetas de helechos. Vacas despreocupadas. Cabañas dormidas. El infierno ciclista sobre una carretera de cemento. Y ahí, el esloveno más joven, Pogacar, ganador hace un año del Tour del Porveniry hace unos días de la etapa de Andorra, confirmó que eso, el porvenir, le pertenece.

Aceleró. Roglic, cómplice, le siguió. Colegas de barrio. Juntos abrieron la montaña de par en par. Solos en esta Vuelta. Valverde, que le dobla la edad a Pogacar y que ya ganaba carreras cuando Roglic era aún esquiador de saltos, claudicó. «He tenido que subir a mi ritmo». Más bajo que el de los eslovenos. Hablan el mismo idioma pero no necesitaron ni una palabra. Ni siquiera un gesto. Juntaron las cuatro piernas en un mismo objetivo. La ecuación perfecta para repartirse el botín. La etapa iba a ser para Pogacar. Y para Roblic, el regalo de tiempo extra para blindar su maillot rojo.

El líder se subió en los Machucos a un rodillo

Se abrió el maillot y se caló una gorra. Sonreía. Entre el público había algún que otro pastor de la zona. Enfriaba el viento del Cantábrico, que desde arriba abisma la mirada. El pastor y Roglic eran los únicos sin chaqueta. En camisa y remangado. Hasta que llegaron los ciclistas, varias televisiones se entretuvieron con él, con Hilario. Le preguntaban por la vida en la montaña. Otro vecino, al verle ante las cámaras, le gritó. «Hilario, que te vas a hacer famoso. A ver si te va a salir novia». Se divertían. Como los nuevos vecinos eslovenos de los Machucos.

«Es muy bonito para mi país tener a dos corredores en lo más de una carrera como la Vuelta», dijo Roglic. Parecía intacto. «La verdad es que no esperaba sacar tanta ventaja. Pensé que iba a haber más lucha», añadió. Firmaba autógrafos y se dejaba retratar por los aficionados. Las montañas de Asturias le esperan. Le da igual. «Si eres un buen corredor no tienes problemas en ningún puerto, duros o tendidos». Roglic asestó en la montaña un derechazo moral a Valverde, Quintana y López. Sólo estuvo a su altura el de la casa de al lado, Pogacar. ¿Le teme? «Tadej formará parte del futuro de este deporte. Es un gran amigo, un gran talento y un gran rival». En los Machucos pareció que esta Vuelta es una cuestión interna de Eslovenia.