No hay duda alguna de que Messi sería titular en cualquier equipo o selección del mundo. Nadie le iguala en talento. Tiene gol y tiene pase. En el área y en sus inmediaciones es letal. Encuentra espacios aparentemente imposibles, para él o para sus compañeros. Y hace que parezca fácil.
No hay duda al respecto. Si no juega, es una baja importante para el Barça porque no hay nadie con sus cualidades. Ni en el Barça ni en ningún otro equipo. Otra cosa, más difícil de calibrar, es saber hasta qué punto puede acusar su ausencia el conjunto azulgrana porque Valverde dispone de jugadores de primer nivel en todas las demarcaciones. Aunque falte el argentino, puede armar un once de muchos quilates.
Esta temporada, Messi estrena capitanía. Y no le está temblando el pulso en el discurso, pese a ser un tipo parco en palabras y refractario a las entrevistas. Cuando menos, concede muy pocas. En el Joan Gamper, en la presentación del equipo para este curso, habló poco pero claro: «Vamos a darlo todo para que esta copa tan linda vuelva al Camp Nou», dijo en referencia a la Champions. En la ronda anterior de la Copa del Rey, después del 2-0 encajado en Sevilla, zanjó cualquier debate sobre el interés del Barcelona en este campeonato: «Nosotros también queremos pasar y vamos a pelear por la Copa». El partido de vuelta demostró que no hablaba para la galería.
Ahora llega el Real Madrid, el gran rival, incluso en los amistosos. La prioridad azulgrana es la Champions. Y está por ver si Valverde vuelve a apostar por las rotaciones. Si no está Messi, los merengues tendrán un problema menos, pero no una eliminatoria llana.