Al final, volverán a quererlos

José M. Fernández PUNTO Y COMA

DEPORTES

Abraldes

19 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

No es ninguna novedad, pero de vez en cuando conviene recordar que el fútbol no siempre responde a la lógica de las cosas, al discurrir del sentido común. El capricho y el albur forman parte de lo que, al fin y al cabo, no deja de ser un juego bastante incontrolable. Como las emociones: donde unos ven compromiso otros interpretan demagogia. Solo el triunfo admite la comprensión. Así, el Metropolitano puede cuestionar la implicación de Griezmann y corear su nombre un par de semanas después. Trató de explicarlo Andre Gomes hace unos días. Un infierno, eso es lo que admitió que sentía cada vez que tenía que saltar al Nou Camp, tanto dolor y vergüenza que incluso evitaba el paseo por las calles de Barcelona. El fútbol, un divertimento con consecuencias. Gomes optó por la confesión pública, por tratar de espantar todos los males aireándolos a los cuatro vientos. En su reencuentro con el Camp Nou, al menos dio con la reconfortante comprensión de los que solo unos días antes le abucheaban. Por el momento, algo hemos ganado: la terapia ha funcionado en la grada.

Quizá represente otra cara de la misma moneda, pero Raúl Albentosa, un central de pierna dura, tan poco dado a las exquisiteces como sobrado de coraje y amor propio, reconoció que el sábado, sin el apoyo de los que deberían ser los suyos y con el sonido de viento cada vez que tocaba un balón, vivió su peor situación sobre un terreno de juego. No es fácil convivir con la indiferencia o el desapego de los tuyos. Albentosa lo ha hecho durante los últimos meses, como si el bravo central personificara todos los males de un equipo al que nadie le encuentra remedio. El azar, caprichoso, le obsequió el sábado con el gol que atenúa el drama. Lejos de utilizar el tanto para autoafirmarse o implorar un innecesario perdón, agradeció la confianza de Seedorf y se lo dedicó a Carles Gil, «que está pasando una situación jodida», en un gesto de generosidad y -él sí- de comprensión. El pase se lo dio Lucas, el coruñés obligado a emigrar que se sentó frente a Savvidis -el presidente que se pasea con una pistola en la cintura- para decirle que quería volver a su casa; su venta sirvió para aliviar la delicada situación económica del Dépor.

Volverán a quererlos. Es fútbol. Caprichoso.