Emir Sulejmanovic, el pívot que derrotó a la guerra

DEPORTES

ALBERTO LÓPEZ

El  jugador bosnio del Breogán nació dos días después de la masacre de Srebrenica y se refugió en Finlandia

09 mar 2018 . Actualizado a las 13:37 h.

El 13 de julio de 1995 nacía en un bosque próximo a Srebrenica (Bosnia) el actual jugador del Breogán Emir Sulejmanovic. Dos días antes, en el mismo lugar, se había producido la masacre en la que fueron asesinadas 8.000 personas de etnia bosnio-musulmana. «Mi familia me contó como todos los días tenían que refugiarse de las bombas y las granadas y como mi padre fue hecho prisionero y lo enviaron a un campo de concentración. Mi madre mi hermano y yo nos fuimos a un campamento de Cruz Roja en zona neutral».

Su padre, Nedzad, no pudo ver a su hijo casi durante un año por estar prisionero y el destino de la familia fue instalarse como refugiados en Finlandia «Queríamos ir a Alemania, donde estaba un hermano de mi padre, pero no aceptaban refugiados. Las opciones eran Estados Unidos, Australia o Finlandia y elegimos esta última por estar más cerca de Bosnia», explica Sulejmanovic.

Trágica sorpresa

La vida todavía les deparaba otra trágica sorpresa, el fallecimiento de su madre, Vahdeta, cuando Emir solo tenía cuatro años. «Mi infancia fue complicada al morir mi madre, lo que obligó a mi padre a trabajar muy duro para criarnos a mi hermano y a mí». La pasión por el deporte la tiene desde niño. «En el colegio comencé a practicar fútbol, kárate y baloncesto, actividades que mi padre tenía que pagar, ya que en Finlandia no son gratis. Al final, un entrenador se fijó en mí por ser alto y me preguntó si quería dedicarme al baloncesto. No dudé en aceptar y desde ese momento solo me dediqué a este apasionante deporte», reconoció Sulejmanovic.

Su brillante futuro deportivo comenzó cuando le descubrió el ojeador del Olimpia de Ljubljana Dragan Janjic en un torneo que disputó con la selección de Finlandia cadete. «Dragan fue la persona que me permitió cumplir mi sueño de llegar al baloncesto profesional, ya que en Finlandia el único deporte que tiene trascendencia es el hockey», dijo Sulejmanovic.

La evolución de Sulejmanovic fue positiva y los seleccionadores nacionales absolutos de Finlandia y Bosnia se fijaron en él, ya que podía escoger al disponer de la doble nacionalidad. El jugador y su padre tenían muy claro que camiseta y que país iba a defender. «En Finlandia se portaron de manera excepcional con nosotros, pero no puedo luchar contra mi corazón, que siempre me dictó que mi destino era el de defender a Bosnia, ya que nunca dejé de sentirme bosnio», comentó Sulejmanovic.

El estreno con su país en un partido de competición oficial nunca se borrará de su recuerdo. «Debuté con la selección en un partido contra Suecia, en Sarajevo. Cuando formamos en la cancha y escuché nuestro himno me sentí muy orgulloso y no pude contener la emoción».

«Cuando estoy en una cancha me olvido de todas las cosas personales y disfruto»

El baloncesto es la principal válvula de escape para Emir Sulejmanovic, al que le brillan los ojos cuando habla de este deporte. «Cuando estoy en una cancha me olvido de todas las cosas personales y disfruto. Cuando juego o entreno siempre es mi mejor momento del día».

El jugador llegó a España cuando era una promesa y lo fichó el Barcelona. «Fue muy difícil hacerme con un hueco en un equipo tan grande y no pude cumplir mi sueño de jugar asiduamente al no disponer de oportunidades. La experiencia me sirvió para aprender mucho y para conocer a gente muy buena que me trató de maravilla. Después de tres años comprendí que mi futuro estaba en otro lugar y fue cuando acepté la propuesta del Fuenlabrada».

Su padre es su compañero inseparable y Sulejmanovic habla de él con orgullo y emoción. «Siempre estuvo a mi lado, excepto los dos años del Olimpia, que fueron muy duros para mí por no tenerlo conmigo. Ahora está jubilado y vive conmigo en Lugo. Lo único que echo de menos es a mi hermano, que sigue en Finlandia por motivos de trabajo».

Sulejmanovic tampoco disimula su alegría cuando habla de la ciudad en la que reside, Lugo, y el club en el que juega, Breogán. «Estoy muy feliz en Lugo desde el primer día y no solo por el equipo, que es magnífico, sino por el gran ambiente de la ciudad, y el cariño y apoyo de la afición no solo conmigo, con todo el equipo. La verdad es que tanto yo como mi padre estamos felices. De la comida ?dice entre carcajadas? no quiero decir nada, primero un chuletón y luego lo que sea», concluye sin ocultar que en Galicia parece haber encontrado algo más que un club, posiblemente un hogar.