Cristiano, las dos cornadas del hambre

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Carl Recine | Reuters

Decidió la final con un par de tantos que lo convierten en máximo goleador del torneo

04 jun 2017 . Actualizado a las 15:48 h.

«Cinco al Bayern, dos al Atlético, dos a la Juve...». «Tres; tres al Atlético». A Susana Guasch se le escapaba uno. Pero a Cristiano, no. Porque aunque al Real Madrid le sobraron al final los goles, al portugués le hacen falta todos. No es lo mismo once que esa docena que lo convierte en máximo anotador del torneo por sexta vez. «Un año más», presumió frente al micro antes de volver a la celebración que su hambre había desencadenado. El equipo de Zidane se vio casi obligado a ofrecerse un festín para saciar la voracidad de su líder. Desmembró a la Juventus, señorial en el arranque y demasiado mayor en cuanto el duelo empezó a decidirse por piernas además de por cabeza. Ahí algunos ganaron por materia prima, como Kroos o Marcelo, apropiados para un partido o una maratón, y otros, a costa de dosificar esfuerzos. En el Millenium Stadium de Cardiff se juntaron ayer tres maestros en esa suerte. Uno aislado en el área técnica y otro par suelto por la de la Juve. La doble sociedad galo-lusa ha resultado una bendición para el Real Madrid.

Sobre el campo, une a Cristiano con Benzema. El gato aquel; uno de los jugadores más forzados a la reivindicación constante de los últimos tiempos. Un 9 acusado sistemáticamente de falta de gol a fuerza de no buscarlo. El ariete del primer equipo en repetir título de Champions echa los partidos a la caza de espacios, no de dianas. Terrenos de hierba virgen de rivales, para él y para el hombre a su espalda. Sus desmarques, unos de apoyo, otros de ruptura, dibujan una trayectoria poco común: de dentro a fuera. Correrías hacia el punto más alejado posible de la red. Desde ahí pone sus goles a nombre de Cristiano. El 7 se activa por reacción ante los esfuerzos de su compañero, aprovechando cada aclarado. Ayer Benzema remató una vez; su socio, seis. En dos ocasiones, con premio; alcanzando primero los quinientos goles del Real Madrid en la máxima competición continental, y después los seiscientos (en 855 partidos como profesional) de su cuenta propia.

El otro gabacho que juega para Cristiano Ronaldo viste de traje. Completa una pareja cuyo éxito no descansa tanto en la acción como en el verbo. Zidane ha jugado con el ansia de su estrella, hasta dominarla, convenciendo al pupilo de las maravillas de matar el hambre poco a poco. El portador del balón de oro ya no necesita jugarlo todo, porque la reedición de ese trofeo individual que le obsesiona ya no pasa por el más sino por el mejor. Dosificó Cristiano, y explotó en el tramo clave de este curso que tantos anunciaban como su canto del cisne. Lo concluye como el más grande de la última cita. Designado MVP del encuentro que junta la docena en las vitrinas del Bernabéu.