Han cambiado las tornas entre la NBA y Europa. La Liga americana se ha convertido en fiable. Una apuesta segura. Todos predecíamos en octubre una final entre Golden State y Cleveland. Y así ha ocurrido. Los dos mejores equipos, con permiso de Boston, encaran su tercera lucha consecutiva por el anillo. Hasta en eso, se ha roto la historia.
A este lado del Atlántico estamos habituados a las clásicas guerras civiles. Madrid y Barcelona, Juve y Milán, Olympiakós y Panatinaikós o Manchester y Liverpool. Y sucede que Europa vive un revolcón. La caída de los azulgrana a manos del Valencia, la eliminación del Mónaco (líder en la fase regular) en Francia, el sufrimiento del Armani Milano con Trento en las semifinales de la Lega o los sudores del poderoso Khimky Moscú frente al Zenit San Pestesburgo, suena mucho más al ADN de la NBA que a este continente.
La liga americana, con el tope salarial, la lotería del draft para elegir los mejores universitarios y europeos cada año y la movilidad laboral de los jugadores, era el ejemplo de competición equilibrada. ¿Dónde está Chicago? ¿y los Lakers? ¿Os acordáis de los Utah Jazz? ¿Y que decís de Detroit? Están en las catacumbas. Se han caído de la burguesía. Es inusual en Europa que algo así suceda.
Por ello, Golden State y Cleveland han dejado marca. Tres años seguidos en la última eliminatoria. Empate en el reparto de galardones. Abre una final con pronóstico incierto. Los de la bahía de San Francisco llegan además invictos. Doce a cero. Esos son sus números en el play off. Está claro que Kevin Durant quiere un anillo en su carrera. Y Curry está dispuesto a dar ese empujón. Ni la enfermedad del coach Steve Kerr ha puesto freno al básket anotador de los amarillos. Golden tiene como objetivo jugar a meter. No a destruir. Rendir pleitesía a la teoría de este deporte: encestar. Que para eso lo inventó un tal Naismith.
Al otro lado, las huestes del jugador más determinante del baloncesto moderno, LeBron James. La magnitud física de este jugador es sideral. Se ha rodeado de un gran grupo. Un base compulsivamente anotador como Kyle Irving y un estilista como Kevin Love. Este triángulo asienta las bases del éxito de Cleveland. El día que James dejó las bellas playas de Miami por reconstruir el equipo de su región, provocó un cataclismo enorme en la liga. Mirad donde está Miami ahora mismo… Vayamos a por siete partidos. Sería el mejor regalo para todos.