En el 2020 se cumplirán cien años de la primera participación de un gallego en unos Juegos Olímpicos. Desde Amberes 1920 hasta hoy somos poco más de un centenar los gallegos que hemos estado en unos Juegos (en mi caso, como suplente del equipo de remo en Barcelona 92). Fuera de esos veinte días mágicos, los deportistas de élite son personas desconocidas que condicionan su proyecto vital en favor del deporte. No cuentan con los mejores medios para poder prepararse y les conceden becas escasas, que solo dignifican moralmente su condición de abanderados del deporte español. De la marca España que se dice ahora.
¿Y después qué? Una vez dejado el deporte la sensación de vacío y soledad se adueña de muchos deportistas que deben decidir qué hacer con su vida. Pero no encuentran el suficiente apoyo, ya que el sistema del que formaban parte no ayuda a sus excampeones. El show debe continuar y los peones se sacrifican para mantener un sistema creado por y para ellos, pero en el que, paradójicamente, son las piezas más vulnerables.
Quizás muchos esperan por los programas de apoyo al deportista sostenidos por leyes y decretos obsoletos, que no cuentan con medidas efectivas para favorecer su integración en el mundo real. Tan obsoletos como el propio sistema deportivo español, cuya competitividad está realmente alejada de un horizonte 2020 ya muy cercano, y que ha servido de objetivo para la modernización de muchas áreas de la sociedad. Es ya urgente mejorar los diferentes decretos de apoyo al deportista de alto nivel que existen en España. Y también lo es crear unidades administrativas de apoyo al deportista que desarrollen acciones para su mejor integración en el ámbito formativo y laboral.
El deporte tiene muchos aspectos positivos y es, sin duda, un gran compañero para la vida. Pero este sistema, en el que el deportista es el elemento más débil, debe modificarse radicalmente para ofrecerle el soporte necesario para su integración real y efectiva en el mundo laboral.
Jacobo Suárez fue remero de élite y trabajó como técnico de deportes en la Xunta de Galicia. Ahora es CEO de Goodlife.