Gran Vitoria, gran básquet

Alberto Blanco EN ZONA

DEPORTES

20 feb 2017 . Actualizado a las 13:49 h.

Centrar nuestra mirada en el victimismo invita a pensar que es injusta la victoria del Real Madrid; ese que quizá debió ser apeado a las primeras de cambio por el voluntarísimo Andorra. Si adulamos, diremos que bella final. Un juego directo a los 100 puntos. Sin especular. Una forma de enganchar aficionados. Y LLull. Ni más ni menos. LLULL. Así, con mayúsculas.

Definirá la Wikipedia al Real Madrid de Pablo Laso como aquel equipo que en apenas 35 segundos anota un triple desde el cielo, recupera un balón de pillo y encesta al galope un contraataque (95-87) para volverse loco y dejarlo todo en manos de la ruleta. Llull, en estado de trance, se lanza un triple a la remanguillé que pudo haber entrado. Para luego permitir un ataque en ventaja y conceder una canasta bajo el aro, sin apenas recordar que las faltas personales son parte del juego y a veces sirven para algo (95-91).

Decía mi padre que el baloncesto no le gustaba porque le ponía nervioso. Era más del fútbol. Del juego de contención y contraataque. El clásico pimpampum. Vamos, un Maljkovic de pura cepa. Mi padre odiaría al Madrid de Laso. Es un equipo taquicárdico, se enchufó a la final por medio de ese jugadorazo llamado Randolph. Cuando encarriló su ventaja lo hizo con los clásicos carretones para Carroll (otro que va para leyenda en las finales blancas). Y de ese mexicano tapahuecos conocido como Gustavo Ayón. Y cerró el libro, apoyado en su martillo pilón. Llull.

En la oposición, un montenegrino llamado Dubljevic hizo de todo. Bailó, hizo danzar a su par, tiró, jugó a la espalda. Bien hacía un roll bien se abría en un pop. Giros a la izquierda y derecha. Y así una tras otra. Magníficamente desarrollado como equipo, Valencia decidió que de perder lo haría a cara descubierta, sin maquillaje. Ganó muchas batallas. La crucial, el rebote. Parecían 7 contra 5 en la lucha bajo los aros. Siempre conté más naranjas que blancos en la pelea de la zona, así que cuando vea de nuevo el partido me fijaré en si Pedro Martínez camuflaba algún jugador bajo el aro rival.

Parecía que Valencia no fallaba triples (luego realmente tuvo peor porcentaje), pero se mantuvo vivo gracias a la línea de 3 puntos, y a una lucha sin cuartel ejemplificada en Oriola. ¡Ché, que lindo! El Madrid tenía un agujero en el centro. Por medio del bloqueo directo. Era un chollo para atacar por esa zona. Una y otra vez. San Emeterio quería convertirse en eso, en San…to. Fue pieza clave en el puzle valenciano. Y a su lado, el mejor Sastre en mucho tiempo. Valientes y punzantes sus apariciones.

Merecía el partido una prórroga. Ya puestos, el Madrid se sentiría como en casa, ¿no? Pero no fue así. Esos minutos extra seguro que servirían para cerciorar que había brillantez y mucha calidad en el juego. Me encantó. Maravillosa final. Definida por el jugador nacional más decisivo de los últimos tiempos. Aquel chaval que un día en una final de un Eurobasket se la jugó, sin pedir permiso… Gran Vitoria. Gran básquet.

Alberto Blanco es el entrenador ayudante del Lietuvos Rytas

Llull, de nuevo decisivo

«A veces la lío, pero en los momentos decisivos nunca me voy a esconder», afirmó Sergio Llull, por segunda vez MVP de la Copa (la primera, en el 2012) y el jugador que acaparó los momentos delicados de su equipo. Ayer, anotó los últimos diez puntos del Madrid, con dos triples y dos lanzamientos de dos. foto Adrián Ruiz de Hierro EFE

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