Inglaterra y su reconquista

Raúl Caneda TRIBUNA

DEPORTES

19 oct 2016 . Actualizado a las 15:17 h.

Todo es extraordinario en el fútbol inglés. Todo, menos lo básico. Al lado de una perfecta sintonía entre explotación comercial y tradición (la gente acude al estadio como prolongación de su vida familiar) convive una extrema deficiencia con el primer control del balón. Un primer control deficitario que vive en el pasado, que solo busca espacio para correr y no habilita todo aquello que debe: en vez de abrir varias posibilidades para jugar y exprimir el juego, lo limita a jugar para correr, buscando espacios inmediatos que el fútbol ya no ofrece.

Y es que las dos últimas revoluciones que han modificado el fútbol de los últimos años: cambiando primero el espacio (Arrigo Sacchi) y luego la organización a través del juego (Cruyff y Guardiola), no calaron en un país con una cultura futbolística asentada y que ha sido refractaria a estas revoluciones. Una anomalía en un país tan meritocrático.

En gran medida Inglaterra recuerda a España antes de Cruyff. También lo teníamos todo menos lo único importante. Cruyff nos lo enseñó a pesar de nosotros mismos. Una especie de jugar para luchar, en vez de luchar para jugar, es el equivalente a lo que fue nuestra furia. En las dos hay una actitud escapista donde el esfuerzo pretende exculparlo todo.

Se presenta el City en Barcelona en una batalla contra el tiempo. En España jugadores como Iniesta son en sí mismos un paradigma, una forma de sentir, una manera de jugar. Mientras que De Bruyne o Silva viven en Inglaterra aún como una excepción. En que la calidad es el camino más corto hacia el éxito, el fútbol española lleva una generación de ventaja. Es por eso que costaría mucho encontrar un solo jugador de los gigantescos clubes británicos que pudiera ser titular en el Madrid o en el Barça.

Quizás cuando un equipo como el City, con Silva y De Bruyne como volantes, sea campeón (más que posible) llegará el momento en que el fútbol inglés vuelva a ser hegemónico como en el pasado. Como en la época del glorioso Liverpool, que luchaba para jugar y no para justificarse. Era la época en la que el comentarista nos decía que si nuestros televisores eran en blanco y negro, que no nos preocupásemos, el Liverpool era el equipo con la pelota.

Nada mejor que el prestigio de Guardiola para que este proceso sea más fácil que el que tuvo que sufrir Cruyff para rescatarnos. Ningún sitio mejor que Inglaterra, donde el culto al mérito es una religión. Si es así, no pasará mucho tiempo para el Madrid-Barça o el Barça-Madrid dejen de ser los partidos más vistos del año también en Inglaterra.