Síndrome de Stendhal

Paulo Alonso Lois
Paulo Alonso Lois GALICIA-RÍO VÍA LISBOA

DEPORTES

06 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La rutina del día a día puede llevar a olvidar la burbuja olímpica. Hasta que después de cuatro días sin parar de un lado a otro de Río, uno repara en que, tras encadenar desplazamientos en vehículos oficiales entre varias sedes, no ha pisado la calle. Entrevistas, un par de taxis, varias ruedas de prensa, visitas a algunos de los estadios, cobertura de diferentes entrenamientos, burocracia, logística... Si uno no levanta la vista hacia los cerros en los largos trayectos en autobús -también con wifi, para seguir conectados también durante los trayectos de un lugar a otro-, podría estar en cualquier parte del mundo. Basta con poner dinero y levantar estadios y carpas. Con muchas instalaciones de quita y pon. Como los sorprendentes piscinas entre andamios que se elevan en el Parque dos Atletas, el mismo gigantesco complejo que acogió el Rock in Rio 2011. Un par de vasos de diez calles y 50 metros que serán desmontados cuando el show termine. O las cuatro pistas de baloncesto. Allí se entrena la España de Scariolo con lo único imprescindible. A saber, balón, un par de canastas, dos banquillos y cronómetros y relojes electrónicos similares a los de un partido para simular acciones de un partido real.

Y después de leer tantas recomendaciones sobre como moverse por Brasil, considerado por el Ministerio de Exteriores como «uno de los países más peligros del mundo» -quizá eso sí era importante para concederle los Juegos, y no el zika-, uno al fin da un pequeño paseo. Y entonces constata que hasta el sol quiso colorear el gran día de Brasil, con un viernes de auténtico verano en el ya agradable invierno austral. Y comprueba como Guanabara, aunque contaminada, regala una postal espectacular para abrazar al mundo. Que da gusto pasear por Ipanema. Que los cerros, el verde y el mar merecen la medalla de oro. Y entonces, camino de la ceremonia de apertura en Maracaná -¿podía haber un lugar mejor?-, cualquiera puede sufrir el síndrome de Stendhal, como contó el autor francés tras visitar Florencia y sentirse hasta mareado por semejante all star de belleza artística. Ya empiezan los Juegos. Ojalá encajen las piezas pendientes y Río tenga al fin «ordem e progresso».