El bigote que nunca se encrespa

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Vicente del Bosque apura la Eurocopa con la serenidad de siempre, como si fuese una más

10 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace unos meses, el técnico salmantino publicó un libro, «Ganar y perder. La fortaleza emocional», en el que vierte reflexiones y puntos de vista sobre el fútbol y la vida. Y en el último capítulo anticipa su más que probable adiós: «Si todo se desarrolla normalmente, después de la Eurocopa de 2016 dejaré la selección y la federación. También por una cuestión de salud. Serán ocho años como seleccionador y no es mi intención aferrarme al cargo». Añade, además, que los 65 años son una buena edad para cambiar de tercio.

En el mismo libro habla de la fortaleza emocional y cita a Kipling para subrayar que «la victoria y la derrota son dos tiranos en la vida del hombre». Apuesta por «afrontar ambas con la misma indiferencia» a través de la capacidad para conocer y gestionar las emociones.

Sin duda, puede presumir de un más que notable autocontrol. Basta con revisar el vídeo del gol de Iniesta ante Holanda, el que valió el título mundial. La cámara se va al palco y al banquillo. En ambos escenarios se desata el júbilo, pero a pie de campo se puede ver una figura adosada a un bigote que cierra los puños a mitad de camino entre la timidez y la liberación. Acto seguido, en otro plano, mueve las palmas de las manos a un lado y otro, sin aspavientos, para indicar que aquello está casi terminado. Y al acabar el partido es difícil encontrarlo en el centro de las celebraciones. Es, quizás, la imagen que mejor define a Vicente del Bosque, un técnico que rehúye los excesos. Si acaso, se le podría achacar exceso de serenidad, de mesura, de sencillez. Y sabe que está, muy probablemente, ante su última etapa profesional.

Cualquiera que sea el resultado en Francia puede presumir de un palmarés cargado de éxitos. Con el Real Madrid ganó dos Ligas, dos Champions, una Supercopa de España, una Supercopa de Europa y una Copa Intercontinental. Con la selección, un Mundial y una Eurocopa. La cuota de vanidad, si es que alguna vez cojeó por ese costado, está más que cubierta. Si alguien cree recordarlo sacando pecho después de una gran conquista, probablemente esté equivocando el tiro o el personaje.

Del Bosque reconoce la influencia que en él han ejercido dos de los entrenadores que lo dirigieron en su etapa como jugador en el Real Madrid, Boskov y Molowny.

En su decálogo del fútbol se muestra siempre más partidario del diálogo que del látigo. Y él mismo recuerda algún episodio que ha tenido que afrontar y en el que optó por no echar gasolina al fuego. En una ocasión, en el Real Madrid, Fernando Morientes estuvo calentando en la banda casi toda la segunda parte. A falta de tres minutos le indicó a Toni Grande, su ayudante, que comunicase al delantero que iba a salir. Y oyó la siguiente frase, de boca del ariete: «Dile al bigote que salga él». Entendió el malestar, quizás porque antes que entrenador fue futbolista. Y le respondió: «Fernando, no salgas. No pasa nada». También apunta Del Bosque que al día siguiente, a las nueve de la mañana, el jugador estaba en su despacho para disculparse.

El seleccionador tiene la firma convicción de que es mejor «cautivar y convencer que atemorizar». Y otra de sus máximas dice que «lo peor que puede hacer un entrenador es imponer disciplina en la derrota». Sin duda, no es de los que apuestan por la victoria a cualquier precio, de los que consideran que el fin justifica los medios. Y lleva ese extremo a subrayar que «el éxito sin honor es el mayor de los fracasos».

Su idea de fútbol se adapta a las circunstancias. En un plano teórico, y a la vista de su trayectoria, se diría que le gusta jugar con una línea de cuatro en defensa, dos anclas en el medio centro y un pensador que distribuya el juego, dos extremos y un ariete. Pero eso no le impidió heredar y respetar una selección de Luis Aragonés que sabía masticar el juego con paciencia. Ganó la Eurocopa de Polonia y Ucrania y parece que todavía sigue abierto el debate del falso nueve. En el Madrid que conquistó la octava Champions se decantó por una defensa con tres centrales (Iván Campo, Helguera y Karanka) para aprovechar el largo recorrido de Míchel Salgado y Roberto Carlos por los costados.

Es imposible saber cómo le rodarán los partidos a España en la Eurocopa que hoy comienza. Pero es seguro que cualesquiera que sean los resultados, en la banda estará una figura de gestualidad austera, adosada a un bigote. Ojalá que vuelva a apretar los puños. Merece un bonito epílogo.