La más valiente de todas

DEPORTES

Philippe Perusseau / Efe

Nacida en Caracas, eligió la bandera española y reinventa el molde tradicional con un ritmo supersónico

05 jun 2016 . Actualizado a las 16:27 h.

Garbiñe Muguruza rompe el molde de la tenista española. Se abre paso con golpes agresivos desde cualquier rincón de la pista. Ejecuta un plan valiente ante las situaciones de mayor vértigo. La final de Roland Garros representa en realidad su fulgurante carrera. Talento, ambición, riesgo... En el tenis español toma el relevo de Arantxa Sánchez Vicario (última campeona en París en 1998) y Conchita Martínez (finalista en Roland Garros 2000). Una representó la lucha en la cancha y el deseo de ganar, y otra lucía una clase quebradiza. Garbiñe elige su rumbo desde la osadía de saberse dotada del tenis ideal para rendir sobre todas las superficies.

Nacida en Caracas, hija de un empresario vasco y una ama de casa de Venezuela, Garbiñe dio sus primeros raquetazos a las afueras de la capital. Pero su familia la trasladó a Barcelona ya con 6 años. Pasó por la academia de la familia Bruguera, se convirtió en una promesa y su torneo de despegue llegó en Miami 2012. Con solo 18 años, la número 208 del ránking aprovechó una invitación para eliminar a Vera Zvonareva y Flavia Pennetta. En el 2014 se elevó otro peldaño con un triunfo simbólico. Sorprendió a Serena Williams en la segunda ronda de Roland Garros, donde defendía el título como número uno del mundo.

Entonces ya manejaba los tiempos. Con doble nacionalidad, era una estrella emergente y podía elegir bandera. La querían tanto Venezuela como España. Pidió calma para pensar su futuro. Y los contratos publicitarios allanaron su vínculo con España, equipo por el que se decantó en octubre del 2014. Desde entonces ganó todos sus partidos de la Fed Cup.

Dudas al cambiar de técnico

Al año siguiente, llegó su subcampeonato de Wimbledon, esta vez derrotada por Serena. Pulida en su escalada a la cumbre por el entrenador vasco Alejo Mancisidor, tomó una decisión sorprendente al final del verano. Abandonaba al consejero con el que se había impulsado para convertirse en una estrella. La carta de despedida del técnico despechado hacía pensar en una tenista algo dispersa.

Una imagen que alimentaron las polémicas de Garbiñe con el entrenador que eligió para sustituirle a final de año, el laureado preparador francés Sam Sumyk, que había trabajado antes con Victoria Azarenka, Vera Zvonareva y Eugenie Bouchard. Durante un par de descansos en torneos en los que se permiten los consejos de los técnicos en el banquillo de las jugadoras, la tensión a la que está sometida la hispanovenezolana afloró en reproches desafiantes hacia su entrenador.

Su temporada más exigente se transforma ahora con el éxito en Roland Garros. «Todo el mundo espera que haga un buen año, así que será un año muy difícil para mí, porque nunca he estado en esta situación. Mi objetivo es estar calmada», reflexionó en enero antes del Open de Australia.

Con un par de títulos individuales, y sin ninguna victoria en el 2016, el trabajo de Muguruza afloró en París. Perdió un anecdótico set en su estreno en Roland Garros y ya no dejó de caminar con paso firme hacia la copa.

El carácter que le acompaña le empujó ayer en los momentos más delicados. Siempre en clave positiva, mientras Serena se dispersaba en gestos y reproches. Con residencia en Suiza, pero consciente de su valor como icono para el deporte español, durante la ceremonia de premios insistió en su papel de heredera de la tradición tenística del país en Roland Garros.

Ganó en París sin haber jugado antes ninguna final en tierra. Dentro de tres semanas, su tenis atrevido y potente pasará otra reválida en la hierba de Wimbledon. Pero su libreto está preparado para afinar sobre cualquier superficie. Estupenda doblista, virtud que luce con frecuencia con la canaria Carla Suárez, ya se ofreció voluntaria para optar a medalla en Río 2016 con otro de sus grandes referentes, Rafa Nadal, en la prueba de dobles mixtos. Tan distintos, tan iguales. Ambos en la cumbre de París.