La noche en que Lugo cazó árbitros con red

Miguel Álvarez LUGO / LA VOZ

DEPORTES

PEINO

La agresión a los colegiados tras el partido de baloncesto Breogán-Oximesa

08 feb 2016 . Actualizado a las 08:34 h.

El 14 de febrero de 1987, el Breogán firmó su episodio más negro. Recibió al Oximesa, un rival directo por la permanencia en la ACB. Los lucenses perdían al descanso por 36-53. Pero remontaron. En los últimos segundos, con 86-87 en el electrónico, recuperaron un balón. Nino Morales recibió una falta personal cuando lanzó a canasta. Tras una larga deliberación, los árbitros decretaron que la acción estaba fuera de tiempo. Horas más tarde, Alzuria y Mateo Ramos fueron agredidos por la turba que se agolpó en el Pabellón Municipal.

Prólogo

Dos equipos necesitados. El Oximesa se encontraba en todas las quinielas para descender. «Éramos inexpertos y pobres, una cenicienta», recuerda Luis Álvarez, base de los granadinos. «Cuando llegamos a calentar, el público ya había llenado la cancha. Se notaban muchos nervios», agrega.

Los andaluces se escaparon en la primera parte, pero el Breogán reaccionó. A falta de unos segundos, se colocó a un punto. Luis Álvarez perdió el balón. Nino Morales lo recibió bajo el tablero y fue objeto de una falta personal de Spicer. «Todos tuvimos la sensación de que estaba dentro del tiempo», recuerda el entonces alero celeste.

Suspense

A la espera de los tiros libres. Tras decretar la falta, los árbitros deliberaron. El colegiado Mateo Ramos explica que «no oí la sirena, pero Alzuria me dijo que la falta estaba fuera de tiempo. Avelino Rivas, comisario de mesa, nos preguntó si estábamos seguros, porque se podía montar una buena. Y Alzuria le dijo que sí».

Nino Morales, que deambuló durante minutos por la línea de los libres, nunca pudo lanzar. «Lo único que pensaba era en tirar. Aquellos momentos me quitaron días de vida», comenta.

Vestuarios

Huida y trinchera. Decretado el final, los acontecimientos se precipitaron. Luis Álvarez recuerda que «salimos de la pista corriendo y un momento después de que llegásemos al vestuario, entraron Alzuria y Mateo Ramos. Le dijimos a Joe Cooper que se pusiese en la puerta. La sujetó para que no entrase nadie». «Los árbitros se quedaron con nosotros durante más de media hora. Incluso les ofrecimos nuestros chándales para que pudiesen salir disfrazados, pero no quisieron», expone.

Encerrona

La desprotección. Mateo Ramos tiene claro lo que sucedió tras el partido: «El culpable fue el responsable de la policía. Le dijimos que no teníamos prisa. Oíamos ruido fuera, pero no sabíamos que pasaba». Quique Rozas, entonces encargado de prensa del Breogán, señala que el deseo era que «desalojasen el pabellón. La gente se fue a casa y regresó. Todo se volvió muy peligroso».

La Caza

Atrapados con una portería. A medianoche, «tres o cuatro policías» escoltaron a los árbitros. Estos atravesaron toda la cancha para entrar en un jeep colocado en el extremo opuesto. Pero la situación fue incontenible. «En la puerta, nos fuimos contra las redes de una portería», afirma Mateo Ramos. Un aficionado la había empujado para cazarlos. «Caímos, nos golpearon y el coche arrancó cuando yo aún tenía las piernas fuera», apostilla.

«En la caída, un periodista de una emisora de radio se quedó con mi bolsa de deportes y me intentó chantajear. Me dijo que me la devolvería si le hacía declaraciones. Años más tarde, se disculpó», indica el árbitro.

El desenlace

Un descenso inevitable. Tras los incidentes, el Municipal fue clausurado durante tres encuentros. «Los arbitrajes fueron muy estrictos después», rememora Nino Morales. El Breogán acabó descendiendo. Pero, durante muchas temporadas, la afición coreó el grito de guerra de «¡Oximesa, Oximesa!» cuando se sintió perjudicada por los colegiados.