Un clásico de todo o nada

Pablo Gómez Cundíns
pablo gómez REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

Tanto Florentino Pérez como Benítez temen que el Bernabéu y el vestuario se vuelvan contra ellos en caso de una derrota contra el Barcelona

19 nov 2015 . Actualizado a las 16:28 h.

El Real Madrid es el camarote de los hermanos Marx en versión autodestructiva. Y no hay diván que lo ataje. Pasa una temporada tras otra y solo la calidad de la plantilla impide que la casa blanca se quede en blanco. Por lo general, la nefasta gestión del presidente Florentino Pérez ha contribuido a que el incomparable gasto en fichajes caiga en saco roto. Y habitualmente, el máximo dirigente madridista se salva de la quema en las juntas de compromisarios y cuando el socio se rasca el bolsillo en busca del pañuelo gracias al acierto a contracorriente del entrenador de turno.

Al parecer, este escenario cuenta con menos posibilidades de concretarse esta temporada, por la propia acción y efecto de Florentino Pérez. Es más, una derrota en el clásico (sábado, 18.15 horas, Canal + Liga) generaría una crisis de tal calibre que Florentino y Benítez podrían tener sus horas contadas.

La destitución de Carlo Ancelotti la pasada temporada (tenía contrato hasta el año que viene) ha sentado como un torpedo en la línea de flotación del vestuario. El italiano gustaba del juego alegre, era un hombre comedido en sus acciones y supo apaciguar un grupo que era un auténtico polvorín y que estaba desquiciado tras la marcha del portugués José Mourinho.

Los futbolistas mostraron su disconformidad al presidente que, a pesar de todo fichó a Benítez, un técnico que ha conseguido volver a dividir al vestuario comenzando por descontentar a las grandes estrellas, como Cristiano, Bale, Isco y James. Tampoco mantiene conexión positiva el preparador con la grada que le achaca el mal juego del equipo y la inconsistencia del fútbol madridista. Las miradas se dirigen por el momento al banquillo, pero no tardarán en orientarse hacia el palco. Florentino está a punto de quedar expuesto.

El proceso de renovación de Sergio Ramos ha sido un ejemplo de mala gestión por parte del dirigente, que encareció la ampliación de contrato del buque insignia de su proyecto desde su llegada, se enemistó con el núcleo duro del vestuario y acabó totalmente entregado para el futuro a la voluntad de un jugador que no se reprime a la hora de manifestar públicamente su disconformidad con las decisiones de Florentino. Pero la salida de Ramos era algo que Pérez no podía permitirse.

Los desacuerdos de jugadores como el propio Ramos con el médico de la primera plantilla es solo un motivo más para ampliar la grieta existente entre el césped, el banquillo, la grada y el palco.