Los conjuros no fueron suficientes

J.M. JAMARDO RIBEIRA / LA VOZ

DEPORTES

El Monte Louro, de Segunda Autonómica, recurrió a mitad de temporada a una pitonisa para que le ayudara a salvar la categoría; mejoró, pero no lo consiguió

09 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

En el fútbol dicen que vale todo. Cuando las cosas pintan mal las directivas toman decisiones para revertir la situación. Normalmente lo que suelen hacer es cambiar de entrenador y fichar nuevos jugadores. Pero cuando ni así la temporada se endereza, se recurre a lo que haga falta. Y eso fue lo que pensó la directiva del Monte Louro. El club muradano, tras una primera vuelta desastrosa, buscó la solución fuera de los terrenos de juego. Y casi le sale bien.

El equipo jugaba aceptablemente y generaba ocasiones de gol. Sin embargo, los puntos se iban para el conjunto rival. «No había forma. Era imposible ganar un partido». Poco a poco la desesperación se iba apoderando de los jugadores y del entorno del equipo. Y es que en la primera vuelta los muradanos tan solo habían ganado un encuentro y empatado tres. Después de 17 partidos era el colista y la salvación era una misión casi imposible.

Apoyo externo

Pero desde el club no se resignaban a descender. Tras el cambio de entrenador, un directivo se fue en busca de otra fuerza externa que les ayudase a salvar la categoría. Acudió a una santeira para que les sacase del apuro en el que estaban metidos.

La visita coincidió precisamente con el inicio de la segunda vuelta de la competición. Y las cosas comenzaron a cambiar pero para bien. Poco a poco los jugadores empezaron a levantar el vuelo y a conseguir resultados positivos.

La mujer les había dado una serie de indicaciones que tenían que seguir para conseguir los objetivos. Algunos directivos acudían a los encuentros con cabezas de ajos en los bolsillos pero la que más llamaba la atención fue la ritual de la espiga.

Desde que acudieron a la consulta, el equipo tenía llevar una mazorca negra y estar con ellos en los vestuarios. El maíz acompañó a los jugadores durante toda la segunda vuelta, tanto en casa como fuera. La plantilla, antes de saltar al campo, tenía que pasarle la mano por encima.

Nuevos ánimos

El ritual ya se hizo popular en el vestuario todos los domingos y además los resultados acompañaban. Mantener la categoría era posible y las directrices de la curandera estaban dando resultado. Todo el entorno del Monte Louro estaba convencido de que la salvación ya no era una utopía y el «sí se puede» también era una frase que calaba entre los aficionados y seguidores de un conjunto que estaba prácticamente acabado pero que los consejos de la adivina les insuflaron unos ánimos y unas ganas que no tenían unas semanas antes.

La segunda vuelta del equipo fue espectacular con unos números impresionantes. El club muradano consiguió en el segundo tramo de la liga 28 puntos tras ocho victorias. El plantel y la afición se lo creyeron y la salvación estaba cada vez más cerca. La espiga estaba dando el resultado esperado y la alegría se instaló en el seno de la entidad.

El objetivo era evitar los puestos de descenso. Bajaban dos equipos de dieciocho y el Monte Louro terminó decimoquinto. En un principio se conseguía salvar la categoría pero su vecino, el Esteirana, acabó en Segunda arrastrando a los de Agra da Filgueira a Tercera. Todavía quedaba un último cartucho. La fase de ascenso de los segundos de los grupos de la Costa da Morte, Barbanza y Santiago.

Los jugadores del Zas tenían el ascenso a tiro pero cayeron en el último partido de la promoción y se fue la esperanza de un Monte Louro que lo tuvo cerca. Quizás el influjo de la espiga se marchitó en el último instante.

Los conjuros dieron resultado a medias. Evitaron el descenso directo pero se le olvidaron los posibles arrastres. Otro año será.