El tiempo añadido

DEPORTES

23 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El café hoy está más amargo. O, al menos, es lo que le parece al paisano. Y eso que ha perdido la cuenta de los terrones de azúcar. Es como si la cuchara destilara petróleo con cada vuelta. El café sigue amargo. Porque el paisano, aunque está anclado en su bar de siempre, habitó durante años las columnas de Vituco. Se apoyaba en la barra de sus letras. Se sentaba a la mesa de sus partidos. Le daba el pespunte a sus páginas entre taza y taza de vino. Ahora, solo, seguramente le costará rescatar del pozo de la memoria lo vivido y lo no vivido.

Quizás ya nadie le recuerde que en el fútbol y en la vida no hay descuento, sino tiempo añadido. Que en un estadio se dan pases y no asistencias, esa modernez «do demo» o, como mucho, del balonmano. Que, de vez en cuando, para adobar los empates a cero del calcio hay que salpicarlo con viejas historias de agonistas y fantasistas, con fábulas de resistencia e imaginación por las que a veces se pasea Luis Suárez. Que no es lo mismo un seguidor que un aficionado.

El paisano recordará cómo Vituco lanzaba a los ferrolanos un «¡viva Ferrol!». Cómo les preguntaba a los gijoneses por el marcador del Sporting. Cómo presumía de coruñés ante los coruñeses. Quizás alguna vez también lo haya visto marcar un número de teléfono y decir, con la rutina propia de un saludo militar: «¡Neniña, viva Frades!». Probablemente nunca habrá escuchado la contestación, al otro lado: «¡Vituco, con razón ou sen ela!».