Dejarse llevar

Carlos Melchor DESDE LA GRADA

DEPORTES

20 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Dejarse llevar suena demasiado bien. Además de ser el estribillo de la canción más coreada de la brillante banda de rock Vetusta Morla, bien podría aplicarse a la trayectoria rojiblanca de estas últimas semanas. Y es que la relajación del que está a punto de llegar a la meta o la distensión del que ve cumplido su objetivo y se puede permitir el lujo de bajar revoluciones para proteger la mecánica de cara a carreras futuras son los peligrosos rasgos que se perciben en la cancha de un tiempo a esta parte. Y eso cabrea y preocupa a la grada a partes iguales. Una clara falta de tensión en muchos jugadores. Intensidad y garra que cotizan a la baja en las batallas por los balones divididos. Goles tempraneros con aroma a estar todavía colocándose medias y vendajes en el vestuario. Y no, esto no está acabado. Todavía queda meter el último golpe de riñón sobre la línea de llegada. Las diferencias en actitud frente al que se juega la vida son más que evidentes y dejan al descubierto una temeraria complacencia propia del que no es consciente de la ruleta rusa a la que está jugando. Una simple jugada puede servir de resumen: Manu corre desesperadamente desde su posición de lateral para cortar en falta una peligrosa contra alavesista en el centro del campo ante la pasividad del resto de sus compañeros, que miraban plácidamente el avance del rival. Mejor ni hablar del gol encajado. Situaciones que provocaron los más que justificados primeros pitos de la temporada . «Esto nos obliga a mantener las orejas tiesas», afirmaba Setién tras la derrota. Quizás cabría preguntarse por qué esas orejas no lo siguen estando y a qué se debe la apatía del equipo siendo él el máximo responsable de mantener la tensión competitiva dentro del grupo. Salvando las distancias, esta cuesta abajo de resultados, que innegablemente dejan un sabor agridulce porque difumina mucho de lo bueno hecho con anterioridad, tiene un parecido innegable en sensaciones y números con el tramo final de la temporada pasada. Hasta la salvación matemática a falta de 3 jornadas contra el Sabadell, entre la jornada 32 y la 39 solamente seis fueron los puntos conseguidos, cifra muy similar a los siete de esta. Un desplome calcado que no puede responder al azar o a la mera casualidad y que provoca que los rezagados que casi habían tirado la toalla aún crean en el milagro, comprimiendo todavía más la zona caliente de la tabla. Las vacaciones tendrán que esperar.