Charles desvela que tiene a su padre, un exfutbolista, como absoluto referente
02 may 2014 . Actualizado a las 18:29 h.A Charles Dias (Belem, Brasil, 1984) el fútbol le viene de casta. Sus tíos, sus primos y sobre todo su padre, jugaban al fútbol. A papá Dias el fútbol brasileño y portugués lo conocía como Careca -por su facilidad para el regate-, un extremo izquierdo que corrió la banda en el Santos, en el Paços de Ferreira y en el Gil Vicente.
Fue el oficio balompédico de papá el que trajo a Europa al hoy delantero celeste. A los cuatro años a Portugal. Allí permaneció hasta los 11, cuando volvió a Brasil, pero por poco tiempo. «A los 16 ya estaba de vuelta». La diferencia es que regresó solo, sin equipo y para someterse a una prueba en el Feirense. Aquel fue el momento de aunar fuerzas con sus primos, casi hermanos, Yuri (hoy en la Ponferradina) e Igor (en el Panthrakikos griego). También de conocer a su pareja, que desde entonces le ha acompañado en todos los lances de la vida.
«Que nadie piense que ha sido fácil. No solo desde el Pontevedra, sino desde mi salida de Brasil. Vine a los 16 años, no tenía equipo, tuve que hacer una prueba y gracias a Dios llegué a donde llegué. He currado bastante y menos mal que he conseguido el premio», comenta Charles a modo de resumen de su ciclo vital.
Un delantero europeo
Con esta trayectoria, y sin apenas pisar Brasil en el ámbito balompédico, no es de extrañar que Charles se sienta y se comporte como un delantero europeo, más preocupado de trabajar para el equipo que de finalizar las jugadas de sus compañeros. Pero la explicación se encuentra en los consejos de Careca. «Mi ídolo siempre ha sido mi padre. No me acuerdo de cuando jugaba, pero fue un hombre humilde desde pequeño, que pasó hambre y nos lo dio todo. Luchó toda su vida para que nosotros tuviésemos una buena vida y yo se lo agradezco», relata lleno de orgullo. Entrenador de fútbol base en Brasil, «ve todos nuestros partidos y después hablo con él para que me dé su opinión. Él es entrenador, y siempre sabe más que yo». Le recuerda que no se aleje demasiado del área, pero al mismo tiempo le pide que jamás dé un balón por perdido.
Con la humildad grabada a fuego en sus genes, Charles ha protagonizado una carrera de superación hasta llegar a la élite del fútbol español. Comenzó como un relámpago accediendo al primer equipo del Feirense aún en edad juvenil y comenzó a subir peldaños en el fútbol luso, pero ya vestido de granate, en el Pontevedra, una lesión de tibia que no se curó en dos años estuvo a punto de sacarle del fútbol: «Era una fisura que no se curaba. Como entrenaba y jugaba no me curaba. Fueron dos años de mi vida sufriendo y hubo un momento que lo pasé muy mal y pensaba que iba a dejar de jugar al fútbol, dudaba de mí mismo, pero con el apoyo de mi familia y de mi mujer, que ha estado siempre al lado mío, he conseguido salir».
Luego vino la aventura andaluza -«el primer año en Córdoba fue muy bueno, metí 15 goles y nos salvamos, al siguiente conseguimos jugar el play off y el Almería fue el culminar el trabajo bien hecho»-. Su treintena de goles y convertido en héroe del ascenso fue el salvoconducto que le llevó al Celta. «Aquí ya fue el cielo».
Un año después de retornar a Galicia Charles Dias se ve asentado en Primera División y con ganas de comerse el mundo en la próxima entrega liguera. Después de lo que le ha costado llegar hasta la élite no quiere bajarse.
«Mi ídolo siempre ha sido mi padre, fue un hombre humilde, que pasó hambre y que luchó toda su vida para que nosotros tuviéramos una buena vida»
«Ve todos los partidos y después hablo con él para que me dé su opinión»