«No sé por qué los dirigentes no están ya en la cárcel»

La Voz

DEPORTES

05 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Elisardo de la Torre acumula experiencia reivindicativa en favor de las condiciones del deportista.

-En su época de atleta ya lo vivió.

-Recuerdo tener que hacerlo para que la federación gallega diese ropa a los chavales. Yo tenía patrocinador, pero ellos corrían un cros y al acabar le daban su camiseta al siguiente. Casi me quedo sin ir a los Juegos de Atlanta por otra causa parecida. Luego haces como Pedro Nimo y te llaman de todo.

-El fútbol parece intocable.

-Lo del jueves fue tremendo. Pero cuando haces algo justo, ¿por qué vas a ceder? ¿Ceder a la corrupción? Pasan los años y claro que me canso. No puedo estar militando todos los días. Ayudo a los de mi barrio, no a ONG lejanas. Porque hay que compartir, ser solidario. Esta crisis se está llevando mucha gente por delante. Estos jugadores son mileuristas.

-Los dirigentes, con impunidad.

-No entiendo por qué no están ya en la cárcel. Dejan el club hecho un solar y los tienen endiosados. Cuando empiecen a abrir cajones, a ver...

-¿Pierde la fe en el deporte?

-No, pero me pregunto por qué nadie honrado está arriba. Delincuentes presidentes de clubes, gestionan dinero de otros, creen que los clubes son suyos y cuando no pueden sacar más, piden a la ciudad que los salve. La ciudad, verdadera dueña del club y la que tiene el sentimiento.

-¿Cuál cree que es el origen?

-Los que gestionan los clubes están acostumbrados a usar dinero B, que antes blanqueaban, pero ahora se les acabó el maná y se descubre que son amorales. No se avergüenzan de nada. Hablamos de un club que debe nueve millones a Hacienda y fíjate qué situación. Otros deben noventa. Estamos creando un país amoral.

-¿Nunca topó con un presidente honrado?

-Pues debo decir que sí. Roberto Ardura, del Caudal de Mieres. Un día nos reunió en el centro del campo, casi llorando, porque se retrasaba en el pago una semana. Le dijimos, «presi, tranquilo, que otros no pagan en medio año». Pero, claro, es un zapatero. Acostumbrado a cumplir su palabra...