El encanto de lo improbable

DEPORTES

12 ene 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Quería llegar a los Juegos de Wimbledon y sentir el peso de una medalla sobre su pecho. El más romántico de los tenistas ansiaba la púrpura olímpica antes de resolver preocupaciones más mundanas: hasta cuándo prolongaría su carrera. Aseguró la plata en un bello partido en la central londinense ante Del Potro, pero desperdició con estrépito su oportunidad de agarrar el oro al día siguiente ante Murray. Y su reacción, tan sonriente tras el naufragio, encierra mil significados que solo el suizo puede desentrañar. Su carácter elegante, educado y deportivo le acompañan, pero la ambición no encajaba con aquella autocomplacencia. Quizá entonces empezó a retirarse Federer, como preveía. Sucedió unas semanas después de ganar en Londres su decimoséptimo major. Hoy, año y medio después de ese último grand slam, su éxito solo parece verosímil envuelto en la épica de tres batallas seguidas ante Murray, Nadal y Djokovic, los antagonistas de la última etapa de su carrera. Un epílogo maravilloso, improbable y que disfrutaría cualquier aficionado al tenis, por encima de adhesiones personales. ¿No era Melbourne tierra de sorpresas...?