Un récord al borde de la tragedia

Antón Bruquetas REDACCIÓN / LA VOZ

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La brasileña Maya Gabeira sobrevive tras romperse un tobillo y perder el conocimiento mientras trataba de dominar olas de 30 metros en el cañón de Nazaré, Portugal

30 oct 2013 . Actualizado a las 11:20 h.

El parte meteorológico parecía inmejorable. Períodos (la frecuencia con la que las olas golpean la costa) extremadamente elevados y una potente borrasca que desde el corazón del Atlántico bombeaba montañas de mar. Condiciones perfectas para que el cañón de Nazaré (Portugal), un lugar único en el planeta por el que los impulsos de agua se canalizan, sin apenas perder impulso, desde 5.000 metros metros de profundidad hasta 60, generase el alimento de los cazadores de la tormenta perfecta. Equipos de surfistas que pretenden domesticar al océano más salvaje. Entre ellos, el que lideran los brasileños Carlos Burle (Recife, 1967) y Maya Gabeira (Rio de Janeiro, 1987).

Llevaban mucho tiempo esperando el momento. Querían superar el récord de la ola más grande jamás surfeada. El que había establecido en enero en ese punto tan especial del litoral europeo, el americano Garret MacNamara cuando descendió por una monstruosa ola de 30 metros de altura. Salieron temprano al agua. Casi al amanecer. Y encontraron justo lo que habían soñado. Pendientes de salitre interminables. El piloto de la moto -con ese tamaño es imposible remarlas- los fue guiando hacia la parte más pronunciada de la rompiente. Y empezaron a deslizarse por toneladas de agua. Todo iba bien, tranquilo -dentro de la tranquilidad que se puede sentir cuando alguien camina al límite de lo viable-. Incluso Burle podría haber roto el mayúculo registro de Macnamara en uno de sus intentos.

Pero, de pronto, Gabeira perdió el control en una ola. En uno de esos botes tremendos que se producen cuando la tabla navega a toda velocidad, la brasileña no aguantó el envite. Quedó tumbada en medio de la tempestad. Con espumas gigantes zarandeando su estilizado cuerpo. A merced del oleaje, esperó a que apareciese de nuevo la moto de agua para llevarla a un lugar seguro, a un sitio en el que poder dar una bocanada de aire con calma, un espacio donde reducir el pulso que se había disparado instantes antes agitado por la adrenalina. En el primer intento, le echaron un cabo para que se agarrase a él. La empezaron a remolcar, la fatiga, sin embargo, pudo con ella.

Perdió el conocimiento y se acercó a la muerte durante unos segundos. Los que tardó en volver el piloto de la moto para lanzarse a por Maya Gabeira y dejarla en tierra firme. Allí le esperaba Carlos Burle que le practicó los primeros auxilios. Tras la fructífera reanimación, fue traslada al hospital. Al final, un tobillo roto y un susto descomunal.