La esperanza de los hombres de negro

Paulo Alonso Lois
Paulo Alonso EL TERCER TIEMPO

DEPORTES

16 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

La piel ya es algo más gruesa y el público más cínico. Así se empezó a perder la batalla contra el dopaje, como contra la corrupción política. Una minoría de tramposos y la chapucera gestión de parte de los agentes implicados en el control de las sustancias ilegales en el deporte han hecho un daño irreparable al juego limpio. Hoy es Jamaica, de nuevo, el país sospechoso. Pero cuando se levantan las alfombras -sobre todo para airear casos ya teñidos en sepia-, los desengaños surgen como setas.

España tampoco puede dar lecciones en su lucha contra los tramposos. Hay casos para el sonrojo. Desde el asunto aún abierto de la senadora, vicepresidenta de la federación y presunta inocente Marta Domínguez, hasta las pruebas de las investigaciones de la Guardia Civil, mientras los organismos competentes apenas descubrían positivos en deportistas de primerísima linea. Desde la torpe defensa de Zapatero a Contador hasta el cierre en falso del caso de las bolsas de sangre de la operación Puerto.

Ni algunos países ni ciertas federaciones internacionales tienen entusiasmo en mostrar las cloacas del show. El caso del tenis es paradigmático, con algunos positivos que se ocultaron bajo la farsa de las falsas lesiones. Ayer mismo, se conocieron detalles del libro del Floyd Landis, con una escena en un autobús falsamente averiado en el Tour de Francia del 2004 en una carretera perdida. Dentro, Armstrong y compañía reciben una autotransfusión de sangre que recuerda a las chapuceras mezclas de la autocaravana del arranque de Breaking Bad.

Aún quedaba la esperanza de los hombres de negro de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), independientes, implacables. Tipos capaces de plantarse en cualquier lugar del planeta los 365 días del año. Pero tampoco tienen medios. Ahora que ya no dirige la Comisión Antidopaje de Jamaica, Renee Anne Shirley pone el ventilador a funcionar y destapa un enorme agujero negro en la isla de los velocistas. Para reconciliar al público con los valores del deporte, y para no perjudicar más a una inmensa mayoría limpia, urgen medidas contundentes para conocer la verdad. Y que no llegue, en autobiografías, cuando los implicados se jubilen.