Todo lo que se vive en unos Juegos Olímpicos es algo irrepetible. Lo pude percibir en Atenas, donde la sede de la vela se encontraba en la ciudad organizadora, pero también en Pekín o en Londres. La gente se vuelca con lo que está sucediendo y, por unos días, da lo mejor de sí y en la calle se respira ilusión como nunca. Me gustaría que este espíritu se trasladase a Madrid en el 2020. Pero además, me gustaría que la candidatura española fuese la elegida porque creo que sería un gran estímulo para nuestro deporte y, sobre todo, para las disciplinas olímpicas, que ahora atraviesan por una época terriblemente complicada. Los presupuestos se han recortado de forma drástica y en algunos momentos hacemos lo que hacemos porque nos mueve la pasión. En mi caso, por ejemplo, interrumpí mi preparación para Río para ir a entrenar a Nueva Zelanda por necesidades económicas. No es lo más recomendable, pero en estos tiempos no queda otro remedio.
Así que estoy convencido de que unos Juegos traerían no solo una inyección económica para que los deportistas españoles empezásemos a preparar una cita de estas características, la más importante de todas cuantas existen en el mundo del deporte, como realmente se merece, sino que serviría como un gran estímulo para todos los que han soñado y seguimos soñando con poder captar en primera persona instantes tan mágicos como la ceremonia de apertura. Madrid, sin duda, sería una gran noticia.