El Balón de Oro reconoce a un futbolista capaz de alcanzar la excelencia
08 ene 2013 . Actualizado a las 07:00 h.Lionel Messi consiguió alzarse ayer con su cuarto Balón de Oro consecutivo, un registro que nadie había alcanzado antes y que reconoce al mejor jugador de la historia. Ni siquiera Maradona tenía esa capacidad para decidir partidos y títulos. Messi lo acapara todo porque no hay otro como él.
Registros inalcanzables y un hambre increíble
El premio concedido en Zúrich reconoce la impresionante demostración que el delantero completó en el 2012, culminada con un espectacular registro de goles (91 entre todas las competiciones). Un paso más en la carrera de un jugador que amenaza con acaparar todos los récords antes de su retirada. Una posibilidad que corresponde a un futbolista capaz de crecer y mantener su ambición temporada tras temporada mientras supera marcas y encuentra nuevas metas. Un jugador con un hambre increíble que no conoce precedentes y cuyo único reto colectivo está en la victoria en un Mundial con su selección.
Pieza clave en un equipo a su medida
Es innegable que el rendimiento de Messi se dispara en sus partidos con el Barça. El estilo de juego que practica el equipo azulgrana se adapta perfectamente al del argentino porque cuenta con un técnico y un grupo de compañeros que interpretan el fútbol del mismo modo y le ayudan a evolucionar año tras año concediéndole el protagonismo que merece. Esta mejoría también se ha empezado a notar en su selección, donde parece estar logrando el reconocimiento merecido. Sus compañeros en la albiceleste han entendido que deben conceder a Messi el papel protagonista. No se trata de jugar para él, sino de convertirlo en el centro del juego y aprovechar el desequilibrio que genera.
Capaz de adaptarse a cualquier posición
Con los años, Messi ha ido afinando su punta de velocidad y su habilidad para desequilibrar en carrera. La última faceta en la que ha crecido ha sido en su capacidad goleadora. Un acierto de cara a puerta que ha mejorado coincidiendo con su transición sobre el césped: desde la banda derecha, donde solía arrancar en los primeros años con Guardiola, hacia el centro de la delantera. Ya no le hace falta trazar las diagonales tan características en su juego, pisa mucho más el interior del área rival, y ha encontrado nuevos recursos para anotar. Entre estos destaca su progresión en los lanzamientos de falta, que ha convertido en una garantía. Su proximidad a la portería rival hace que sus irrupciones sean mucho más vertiginosas. En un par de toques es capaz de superar una o dos líneas defensivas y plantarse ante el portero para definir.
Los títulos son su único margen de mejora
Cuando has llegado a un nivel así es difícil mejorar y no hay defectos perceptibles que Messi deba pulir. Los títulos son ya lo único que puede ambicionar, especialmente la consecución de un Mundial con Argentina. Es cierto que no estamos ante un gran cabeceador, algo que resulta lógico atendiendo a sus condiciones físicas, pero no es algo que el cuatro veces ganador del Balón de Oro necesite. Milita en un equipo que no centra, da pases. Por ese motivo, él no necesita ser un gran rematador para encajar a la perfección en la propuesta del Barça. En los ataques del equipo culé apenas llegan balones desde las bandas. Lo habitual son las paredes y las transiciones rápidas, en las que Messi no tiene rival. Si su selección es capaz de adaptarse a ese estilo y entender que los demás deben asumir un papel de secundarios, un nuevo título está cerca.