La resurrección del madridismo

Francisco Balado Fontenla
Fran Balado LA VOZ | REDACCIÓN

DEPORTES

Helios de la Rubia

El Madrid apeló a la épica, y al buen fútbol, para poner contra las cuerdas al Barcelona.

27 ene 2012 . Actualizado a las 03:52 h.

El último clásico fue un partido estupendo, lleno de buen fútbol, goles, emoción y polémica. El desenlace de la función resultó la esperada. Pero el nudo, la trama, fue toda una sorpresa. Poca gente confiaba que el Madrid jugara con tal desparpajo en el Camp Nou. Y menos que se invirtieran los papeles de tal forma. Y es que en la primera mitad, el Madrid puso el juego y el Barça la pegada. Es como ir al cine a ver una de Steve Buscemi y Tom Hanks, y que el primero haga de héroe y el segundo de villano.

Como decíamos, el Barcelona se acabó clasificando. Antes de que rodara el balón, el pase del Madrid a la semifinal se cotizaba cerca de 10 a 1 en todas las casas de apuestas.

Hubo otros muchos ingredientes que aderezaron el plato. El partido fue tenso, pero noble. El árbitro se equivocó, y mucho. Pero solo los sectores más extremistas de los dos bandos pueden acusar a Teixeira Vitienes de haber cambiado la historia.

La explicación a que la eliminatoria cobrase emoción, hasta el punto de que los locales acabasen pidiendo la hora, no residió en las jugadas polémicas, del mismo modo que el Madrid no logró culminar la remontada por culpa del árbitro.

El Barcelona se confió con el 2-0. Los jugadores azulgranas pensaron que la segunda mitad sería coser y cantar. Pero enfrente había un Madrid herido. Sin embargo, el regalo de Mourinho en la ida acabó siendo definitivo. Ni la presencia de Pinto en la portería resultó tan decisiva como el rácano planteamiento del portugués en el Bernabéu.

Tras el partido de ida, la hinchada merengue exigió a Mourinho que pusiese sobre el campo a los mejores futbolistas. El técnico, que no hace mucho dijo no escuchar a su afición, hizo caso. Con el gran partido que firmaron ayer los jugadores, sería inexplicable una vuelta atrás en los planteamientos. Sería inexplicable volver a tratar al Barcelona de usted. El madridismo, resucitado, no se lo perdonaría.