El nacimiento del derbi gallego

RUBÉN VENTUREIRA REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

Ayer se cumplieron 87 años del primer duelo oficial entre Dépor y Celta, en 1924 en Riazor

10 nov 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Como no podía ser menos, llovió. Y mucho. Fue el primer derbi oficial de la historia, y se disputó en el viejo estadio de Riazor, situado a unos metros del actual. Ocurrió el 9 de noviembre de 1924; ayer hizo 87 años.

El choque tuvo una previa caliente. Para entenderlo, hay que irse un poco más atrás, a la fundación del Celta en agosto de 1923 tras la fusión del Vigo y el Fortuna. Con la excusa de la unión, cuatro jugadores que pertenecían a uno de esos dos equipos (Isidro, Otero, Chiarroni y Ramón González) se fugaron al conjunto coruñés, lo que originó un follón burocrático que derivó en que el Dépor fue descalificado por alineación indebida del campeonato gallego de la campaña 1923-24, que ganó la escuadra viguesa.

En el de 1924-25 sí pudo participar el equipo herculino, que en la quinta jornada, última de la primera vuelta, recibió al conjunto olívico en Riazor. Lo hizo con tres de los polémicos jugadores en su once: Otero, Chiarroni y Ramón González, y los tres brillaron. El Deportivo, que jugó de blanquiazul, formó con Mulero; Otero, Abelardo; José María, Pombo, Vasco; Leonardo, Ramón, Chiarroni, Pereira y Alonso. El Celta, que vistió de rojo, lo hizo con Rubido; Pasarín, Juanito; Queralt, Balbino, Hermida; Reigosa, Chicha, Correa, Polo y Salvador.

La prensa viguesa había caldeado el ambiente, anunciado que el equipo olívico viviría una encerrona en A Coruña. Así que el Deportivo pidió la asistencia de un delegado federativo, el señor Colina, «para que comprobase la actitud del público herculino, injustamente calumniado por cronistas despechados», escribió el corresponsal de Mundo Deportivo. Según otras crónicas, el respetable coruñés quiso disipar dudas desde el principio y de hecho ovacionó más al Celta que al Dépor cuando saltaron al césped. Entre el público, que no llegó a llenar el campo, había excursionistas de Vigo, Santiago, Ferrol y Betanzos. Para las tres de la tarde estaba previsto el inicio del encuentro. Llovía tanto que se llegó a hablar de suspensión. Pero a las tres y diez, Saracho, el árbitro vizcaíno, dio el pitido inicial.

En una primera parte sosa jugada en un terreno totalmente encharcado, las defensas (que eran de dos elementos) se impusieron a los ataques (que eran de cinco). No hubo goles. El equipo vigués fue superior en ese acto inicial, pero no trasladó ese hecho al marcador.

El Celta había sido escandalosamente goleado unos días antes por el Sevilla (10-0) en un amistoso, resultado que se atribuyó en gran parte a las cantadas de su portero Rubido. En Riazor, el meta volvió a liarla. Leyendo varias crónicas del choque se llega a la conclusión de que cantó en los tres goles. El primero fue de penalti, tras una mano de Juanito, y lo transformó Leonardo en el minuto 55. El segundo, a los 65, lo hizo con un tiro cruzado Pereiro, que también anotó el tercero. «Los equipos tienen que tener portero: por lo menos para cualquier contingencia. El Celta hace tiempo que carece de él», escribió el cronista de Pueblo Gallego, diario editado en Vigo. Para La Voz, ese 3-0 también fue excesivo: «El Celta no mereció una derrota como la que le infligió el Deportivo», sentenció.