Como premio, un lugar en la memoria

mariluz ferreiro REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

23 jul 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

No son gigantes, sino molinos, se dijo Alberto Contador. El español quiso pagar una audacia con otra. Buscó el más difícil todavía. Arrancó a 92 kilómetros de la meta, cuando apenas se habían completado 18, cuando comenzaba el Télégraphe y esperaban el Galibier y el Alpe D?Huez. Otra vez el Tour se retorcía para acercarse más al pasado que al presente. Pero esta vez el único premio será el recuerdo, la muesca en la memoria. Nada más. Nada menos. Porque Contador fue cazado por el grupo de Cadel Evans antes de la última ascensión, a 25 kilómetros de la meta. Y, aunque volvió a escaparse y a bailar sobre la bicicleta en las rampas del Alpe D?Huez, el triunfo no fue para él. Venció Pierre Rolland, un gregario del Europcar que subió encadenado a Samuel Sánchez para después remachar al asturiano y al madrileño. Una gran victoria, la del francés. Una bella derrota, la de Contador.

Fue el jefe de filas del Saxo Bank el que rompió la etapa. A los corredores les gusta desmentir una de las máximas de El arte de la guerra que dice que la defensa es para tiempos de escasez, el ataque para tiempos de abundancia. Ayer propuso Contador, el que no tenía nada que perder. Y los Schleck se limitaron a moverse según el guion del español. Cuando Contador atacó en el Télégraphe lo siguieron Andy Schleck, Evans y Voeckler, el líder de la carrera. Pero el madrileño dio otro giro de tuerca y se quedó solo con su Némesis, el menor de los Schleck. En la cima del Galibier lograba 38 segundos sobre el grupo de Evans. La diferencia llegó a rozar los dos minutos.

Por un momento Voeckler se sintió Bernard Thévenet cuando luchaba por salvar el amarillo en el Alpe D?Huez. El francés navegó durante kilómetros y kilómetros en tierra de nadie. Inexplicable llanero solitario agarrándose a una cuerda de medio minuto. A golpe de riñón, sin cadencia y sin táctica, pero con rabia. Como un náufrago remando en el mar. Se abrigó después con el grupo de favoritos. Y no pudo más en la última ascensión. Perdió el amarillo, que hoy lucirá Andy Schleck, y también el podio.

Un gran Cadel Evans

Evans se creyó a ratos André Leducq. Descolocado tras la marcha de Contador, cambió su bicicleta e inició la caza. Habitual vagón del tren de aspirantes del Tour, se ha revelado como una potente locomotora. Ese implacable perseguidor que le roba el protagonismo a los fugitivos. El secundario devora a los protagonistas. No solo resistió. Sin apenas colaboración, neutralizó a los fugados e incluso atacó a los Schleck en la última cima. Mantuvo las diferencias en la general y puede ganar el Tour de Francia en la crono de hoy. Porque su día malo en la alta montaña no llegó nunca.

Entre la marea humana de Alpe D?Huez Contador pensó seguir la estela de Coppi, que domó el puerto en el 52. A doce kilómetros de la cima se alejó de sus rivales. Pero Rolland, escudero de Voeckler el día anterior en el Galibier, no se sintió gregario ayer. Agarró la rueda de Samuel Sánchez para alcanzar a Contador y se fue hacia el triunfo. El asturiano se quedó con el maillot de puntos. El madrileño, con un lugar en la memoria para el día en el que atacó a falta de 92 kilómetros y tres cimas.