La malaria dio el susto de su vida a Pedro Nimo en Angola

Xosé Ramón Castro
X. R. Castro REDACCIÓN

DEPORTES

Tras detectarle la enfermedad del paludismo cuando estaba a punto de subirse al avión para regresar después de una carrera, vivió una odisea junto al también gallego Lolo Penas

14 ene 2007 . Actualizado a las 06:00 h.

?edro Nimo y Lolo Penas vivieron la experiencia más insospechada de su vida. En Angola, con motivo de la San Silvestre. La malaria sorprendió a Nimo cuando a estaba a punto de embarcar de regreso a España. Todo fue bien para los dos gallegos hasta el teórico última día de estancia en Luanda. Lolo Penas había sido uno de los grandes protagonistas del año anterior y decidió repetir experiencia en una de las San Silvestre con mayores premios en metálico. Hacia Angola viajaron el 28 de diciembre, y aunque se pasaron los dos primeros días durmiendo y comiendo con síntomas de mucha fatiga se lo achacaron al calor. «Pasamos de dos grados a más de 30», recuerda Pedro Nimo. En la carrera, con la cuesta más empinada jamás subida, con un gran nivel y a un ritmo infernal, cumplieron su papel. En una cita en donde el mismísimo Paul Tergat sólo pudo ser quinto, Penas acabó el octavo y Nimo, el décimo. Eso sí, después de vomitar en más de una ocasión durante los 15 kilómetros. Sin embargo nada hacía intuir que había contraído la enfermedad del paludismo. Tampoco el ambiente de la fiesta posterior, una Nochevieja con mayúsculas auspiciada para la organización del evento. Los problemas llegaron esa misma noche. Vómitos y diarreas comenzaron a sacudir a los dos gallegos, con especial virulencia en el caso de Pedro Nimo. La cosa fue a peor a la mañana siguiente, cuando tenían previsto regresar. Vómitos en el hotel, náuseas en el taxi y estado paulatino de deterioro en el aeropuerto. «Pero había que aguantar, lo único que quería era embarcar y que me curasen en España», comenta Pedro Nimo. En vistas de su estado físico la organización intentó disuadirle de volar, pero fue inútil. Penas lo comprendía: «Porque cuando estás tan lejos enfermo, lo único que quieres es regresar». No fue posible. Ya en la zona de embarque las azafatas de la compañía aérea se lo impidieron. Para entonces incluso había comenzado a convulsionar y apenas podía mantenerse de pie. En ese momento Penas fue el único que se quedó a su lado, el resto de los atletas se subieron al vuelo. Era el preámbulo de la odisea. La primera visita fue la enfermería del propio aeropuerto, que Nimo define como «un hospital de campaña de los que salen en las películas. El único medicamento que tenían era paracetamol». Penas termina la secuencia apuntando que sólo había una camilla y que las paredes tenían algún agujero. Incluso se acercó un lugareño a la camilla para decirle que «Dios va a venir a salvarte». Quien le rescató fue la organización de una carrera con etiqueta de escaparate para el país lusófono. Una oportuna llamada de Penas a Mostaza (su mánager) lo agilizó todo. En pocas horas Pedro pasó a un hospital con camas individuales y recibidor para las visitas, una de ellas del presidente de la federación angoleña. Allí se sometió a una analítica y demás pruebas que le diagnosticaron la malaria y a continuación le aplicaron el tratamiento. «Me trataron como un jefe de Estado, mucho mejor que aquí», indica. Al día siguiente, cuando Penas -«al que nunca le pagaré lo que hizo por mí», Nimo díxit - le fue a visitar después de ir dormir al hotel ya tenía otro semblante y el alta en la mano. También los billetes de avión que la organización había agilizado para volar hacia Lisboa. De vuelta a casa con seis kilos menos el compostelano habla de «experiencia única» y de volver a Angola, aunque vacunado, porque ninguno de los dos por motivos deportivos lo hicieron. Indica que el trato exquisito recibido le ha despertado unos sentimientos solidarios que tenía adormecidos. En la próxima primavera organizará una carrera en Santiago para recaudar fondos para la construcción de una escuela en Luanda. Una iniciativa a la que espera dar continuidad.