A un peldaño de la gloria

Víctor López ENVIADO ESPECIAL MONTCEAU-LES-MINESE

DEPORTES

Pereiro, que realizó una gran contrarreloj, se asegura la segunda plaza del podio del Tour, por detrás de Landis y por delante de Kloden

22 jul 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

La gloria era el maillot amarillo, pero la segunda plaza en París es un premio extraordinario. Óscar Pereiro, segundo en el Tour de Francia; lo confirmó ayer en la mejor contrarreloj de su vida, algo que le sirvió para cosechar un éxito sin precedentes en el ciclismo gallego, pero no para superar al especialista Floyd Landis. Finalmente, Pereiro fue cuarto en la etapa, por detrás del intratable Honchar, de Kloden y del propio Landis, que certificó el octavo triunfo consecutivo de un norteamericano en el Tour de Francia. Claro que los siete anteriores tienen un solo nombre: Lance Armstrong. El gran damnificado de la jornada fue Carlos Sastre, que cedió la tercera plaza en favor de un excepcional Kloden. Óscar Pereiro es un ciclista dicharachero y mediático, pero también es un corredor serio, un profesional que sabe exactamente cuál es su sitio y sus posibilidades. Lo dijo el mismo día que se enfundó el maillot amarillo en una fuga para el recuerdo: «El amarillo lo tengo yo, ahora tendrán que quitármelo». Y, desde entonces, el gallego luchó metro a metro por retener el liderato. Lo cedió ayer, pero en realidad lo perdió el jueves, camino del temible Jeux Plain, en La Columbier, cuando la falta de ambición (o la mezquindad) del CSC y el T-Mobile le regaló a Floyd Landis una fuga que alcanzó los nueve minutos. Nadie puede reprocharle nada a Óscar Pereiro. «Necesitaría un par de minutos sobre Landis», aceptó el viernes en una respuesta que no escondía precisamente resignación. Al final le hubiera llegado con un minuto y medio. El norteamericano estuvo extraordinario, pero el gallego se exprimió como nunca, aunque no fue suficiente. Mantuvo la emoción hasta el kilómetro 30 de una crono de 57, bajo un sol de justicia y con un recorrido que, contrariamente a lo que se había anunciado, era claramente para especialistas, para corredores de fuerza. Mejor para el potente Landis que para un Pereiro insuperable en terrenos quebrados y técnicos, donde la habilidad compensa el factor fuerza. Llegó Pereiro a la primera referencia, en el kilómetro 16,5, con 15 segundos de desventaja con respecto a Landis. El sueño todavía se prolongó hasta la segunda referencia, en el kilómetro 34,5; allí, ya perdía 57 segundos. Adiós al amarillo y al medio minuto de ventaja. A otro, como de hecho le sucedió a Carlos Sastre, el mazazo anímico que suponía no ganar el Tour le hubiera hundido. Pereiro, no. Pereiro, como la temporada pasada cuando ganó en Pau dos días después de que Hincapie le hurtara el primer triunfo en la ronda francesa o al recuperar el amarillo al día siguiente de perderlo en Alpe D'Huez, se rebeló contra todos los pronósticos. Los segundos le caían poco a poco y el rival pasaba a ser Andreas Kloden, una locomotora que devoró por el camino a Carlos Sastre y que apretaba al corredor gallego en pos de la segunda plaza. Pero Óscar Pereiro aguantó, con su fuerza y con la del grupo de compatriotas y familiares que coreaban su nombre en la recta de llegada, con la de todo un pueblo (Mos) que siguió la etapa en el pabellón que lleva su nombre o con la de María, su mujer, que se multiplicaba en un hotel de París para atender a su hijo Juan y tratar de desentrañar las referencias que ofrecía la televisión francesa. Hoy le espera el paseo por los Campos Elíseos; el lunes, el homenaje en Mos; y la temporada que viene, un Tour que a partir de ahora va a figurar entre sus objetivos. Llegó a Francia con el sello de un ciclista espectacular y combativo, y se va con la certeza de que la ronda francesa está a su alcance.