El mundo descubre a «Ferraribéry»

Rubén Ventureira REDACCIÓN

DEPORTES

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Perfil | Franck Ribéry | Con dos años sufrió un accidente del que luce cicatrices. Hace tres temporadas jugaba en Tercera. Debutó con Francia el 27 de mayo. Es la revelación del Mundial

02 jul 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

A los dos minutos del Francia-Suiza con el que los bleus debutaron en el Mundial un jugador galo ya estaba «agotado», según reconoció después del partido. ¿El veterano Zidane? ¿Thuram? ¿Vieira? No, ninguno de la vieja guardia. El exhausto era un chaval de 23 años. «No fue cansancio físico, fue sobre todo mental, demasiadas cosas por asimilar», reconoció Frank Ribéry (1 abril de 1983). «Jugar con Zidane, Henry, Makelele o Vieira es un sueño. Yo tenía 15 años cuando festejaba sus victorias en el Mundial o en la Eurocopa», se justificó. Ribéry, que aquel día fue titular por primera vez con la selección del gallo, no hizo un buen encuentro. De hecho, su amigo Henry lo criticó por individualista. Cuatro partidos después, el mundo lo señala como el jugador revelación de la Copa del Mundo. Autor del gol del empate frente a España en octavos de final y azote de la zaga brasileña en cuartos, el triunfo de Ribéry es el de los aficionados franceses. Fueron ellos los que hicieron campaña para que Domenech, que no lo había convocado nunca, lo incluyese en la lista para el Mundial. Así lo hizo. También pesó el apoyo de Zidane, porque el niño mimado de la afición gala es también una especie de ahijado futbolístico del capitán. En los entrenamientos, busca a Zizou y encontrarás a su lado a Ribéry: siempre se los ve correr juntos. Comparten origen humilde y su condición de ídolos de la afición del Olympique de Marsella. Lo fue Zidane y lo es, por ahora, Ribéry. En el último partido de Zidane en suelo francés, el 27 de mayo, un amistoso contra México que acabó con 1-0, los 80.000 espectadores del Stade de France se emocionaron con dos jugadores: con Zizou y con el pequeñito (1,69 metros) que sustituyó a Trezeguet. En sólo 16 minutos, un extremo raudo, regateador, valiente y que maneja las dos piernas levantó al público de sus asientos. Era, claro, Ribéry. «Como fuera de Francia no es muy conocido, puede ser nuestra arma secreta en Alemania», apuntó un profético Henry. Así ha ocurrido. Está siendo la revelación del Mundial. Se lo ha ganado en el campo. No en los anuncios. Y es que Ribéry no es buena materia prima para el márketing. Luce cicatrices en la cara. Desde los dos años. Voló desde el asiento trasero del coche familiar hasta el parabrisas. Los médicos le reconstruyeron la cara. «De pequeño, se burlaban de mí y me escondía a llorar en un rincón. Pero eso me ha endurecido. Jamás me haré la cirugía estética. Si no, ya no sería yo», ha declarado. Malas notas No le fue bien en el cole a este hijo de albañil. A los 16 fue expulsado de un centro de formación de Lille por sus reiteradas malas notas. Tuvo que dejar la escuela de balompié de este equipo, donde había destacado. Se convirtió en una trashumante del fútbol, en un Vieri de los bajos fondos del fútbol francés. Pasó por el equipo de su pueblo (Boulogne-sur-Mer), el Alès (2002-2003), el Brest (2003-2004) y el Metz (2004-2005), al que lo llevó su principal valedor, el técnico Jean Fernández. Cuatro clubes en cuatro temporadas. El gran salto fue pasar del Brest al Metz: de la Tercera, donde sus 23 pases de gol permitieron el ascenso de su equipo, a la máxima categoría, a un Metz que, para solventar un apuro económico, lo vendió en enero del pasado año al Galatasaray turco por 5 millones. En Turquía, la prensa de Estambul le endosó el apodo de Scarface , en recuerdo del personaje de Al Pacino en la película de Brian de Palma. Allá logró su único título, bajo el mando técnico del mítico Hagi. Ribéry hizo un gol, el primero, en la final frente al Fenerbache (5-1). Apareció de nuevo Fernández, que lo llevó al Marsella por siete millones de euros el pasado verano. En agosto, pasó sin pena ni gloria por Riazor en la ida de la final de la Intertoto. El Dépor ganó por 2-0. En la vuelta, hizo un tanto antes de que fomentase su fama de enfant terrible , se picase con Duscher y ambos fuesen expulsados en el minuto 12. El Olympique eliminó al Dépor. En Marsella es un ídolo (le llaman Ferraribéry), pero quiere irse al Lyon para jugar la Liga de Campeones. Fuera del campo, a Ribéry lo centra Wahida, su mujer, oriunda de Argelia (como Zizou ) a la que conoce desde los 15 años. Por ella abrazó el islam, «que me da fuerza fuera y dentro del campo». Tienen descendencia: Hiziya, nombre de la hija de un campesino que se casó con un príncipe en una leyenda árabe. Dentro del césped, lo centra Zidane. «Es un chico -dice el capitán- que respira ganas de vivir y que sabe traspasárselas a los demás. Ha tenido una vida difícil y ahora le toca disfrutar». En ello está.