Del «showtime» de Magic Johnson al sumo de Shaquille O'Neal

M. Piñeiro REDACCIÓN

DEPORTES

En su vuelta al banquillo de Miami, el entrenador de los Lakers de los años 80 quiere que la estrella de su equipo se ejercite en la lucha japonesa para superar las defensas rivales

08 ene 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

Pat Riley siempre se ha sabido vender. Desde sus trajes de Armani, pasando por su eterno bronceado y acabando en su inmaculado peinado a lo Mario Conde (todo ello para disimular con éxito sus 61 años de edad), el mítico entrenador que de los Lakers de los 80 ha tenido siempre un halo de expectación a su alrededor. Riley pasará a la historia de la NBA por su impoluta apariencia física y por haber dirigido el mítico showtime de aquellos Lakers de Magic, Kareem Abdul Jabbar, James Worthy y demás. Su trayectoria posterior como entrenador muestra, sin embargo, que sus gustos baloncestísticos iban por otros derroteros: con los Knicks de Nueva York y en su primera etapa en Miami, hizo de las férreas defensas y de los partidos a 80 puntos sus señas de identidad. Ahora, ha dado una vuelta de tuerca a sus argumentos: «Voy a traer luchadores de sumo para que Shaquille O'Neal se entrene con ellos». «Todos pensarán que me estoy quejando, pero no hay forma de que pueda llegar a canasta tal y cómo lo defienden. Los defensores actúan como un luchador de sumo con él», insistió después de un partido ante los Lakers en el que O'Neal fue parado en seco. Para Riley, defender así a O'Neal es imposible, y considera que los árbitros son reacios a concederle faltas por el hecho de que pesa 158 kilos. El caso es que la afirmación sirvió para que Riley relajase un poco la presión que se creó a su alrededor por la forma en que regresó al banquillo de los Heat. Riley lleva presidiendo la franquicia de Florida desde 1995. Dejó de entrenar en el 2003 y, desde los despachos, se ha podido apuntar el tanto de elegir en el draft de hace dos años a Dwayne Wade, y de conseguir el traspaso de Shaquille O'Neal al mismo tiempo. Los resultados: Wade se ha convertido en una de las estrellas de la NBA y el equipo logró poner contra las cuerdas a los entonces campeones Detroit Pistons en la final de la Conferencia Este, bajo la batuta de Stan Van Gundy. Sin embargo, el equipo no funcionaba esta temporada. Shaquille volvía a estar lesionado y los traspasos de verano que Riley decidió cambiaron la fisonomía del conjunto. A mediados de diciembre, Van Gundy presentaba una dimisión un tanto sospechosa («para dedicar más tiempo a mi familia», dijo), y Riley tomaba las riendas también del banquillo, casualmente un día después del regreso a las pistas de Shaq. A nadie se le escapa que con Wade y O'Neal, los Heat son favoritos en el Este. Riley ha olido la posibilidad de sumar un nuevo anillo a su colección de cuatro conseguidos con los Lakers. Y, tras haber sacado lo mejor de Jabbar en su momento, su intención es usar a O'Neal hasta el límite de su castigado cuerpo. Por ahora, los resultados son discretos. Cogió al equipo con un registro de 11 victorias y 10 derrotas, sin apenas participación de Shaq. Bajo su dirección, Miami ha mejorado (8-5), pero contando con el gigante ya sano, el balance se antoja escaso. Además, la apuesta que Riley hizo en verano por veteranos como Gary Payton y Antoine Walker (las únicas opciones de banquillo que maneja, junto al también curtido Alonzo Mourning) ha limitado el potencial de un equipo que la temporada pasada funcionaba como la seda. Sea como fuere, Riley continúa dando que hablar. Se ha renovado a sí mismo el contrato con Miami (no especificó ni el dinero, ni el tiempo, ni en condición de entrenador o presidente). Y también ha insinuado, después de la paliza que Phoenix le dio a los Heat esta semana, que no entrenará la próxima temporada. Por ahora, tendrá que concentrarse en lograr, como mínimo, el mismo resultado que en los play offs del 2005. Con Wade como una de las grandes sensaciones de la Liga e intentando exprimir lo que queda del pívot más dominante de la historia, todo lo que no sea al menos repetir la final de Conferencia sería un fracaso. Con o sin luchadores de sumo de por medio.