Tablas para un Deportivo que se reafirma en su estilo

José Manuel Fernández A CORUÑA

DEPORTES

Diego Tristán, de penalti, firmó el gol del empate desde los once metros.

21 sep 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

Alto voltaje en Riazor. A toda pastilla y una pelea continua por cada metro cuadrado de césped. En eso ha convertido el Deportivo sus partidos. Ni un paso atrás. El problema es que Caparrós se encontró ayer con su espejo, un rival muy trabajado, que tampoco rehúye la batalla y que es capaz de asustar a la contra. El cuadro coruñés mantuvo el tipo ante un equipo que demostró los motivos que le han llevado a la Liga de Campeones. El conjunto andaluz planteó las mismas trabas que Joaquín Caparrós pone a sus rivales. Así que el inicio no pudo ser más vibrante. Quizá faltaba juego, pero sobraba empuje y solidaridad. Tras un inicio prometedor, en el que el Dépor impuso su ritmo y maniató la salida visitante, llegó el equilibrio, la ida y vuelta y la locura cuando Megía Dávila perdió el norte. Ocasión de Capdevila Antes, Capdevila desperdició la mejor ocasión tras un gran pase de Valeron. Fue un amago. A partir de ahí, el Betis se adueñó del partido, sin generar demasiado peligro, pero con un medio del campo más poderoso Miguel Ángel se pegó (y le pegó) a Valerón y el Dépor se estrelló todas sus ganas en el muro bético. Lo que quizá le falta al Dépor (llegada) le sobra al Betis. Joaquín y Oliveira pusieron en evidencia a la defensa blanquiazul. La zaga deportivista se quedó hipnotizada ante un pase que remachó a la red Oliveira. Justo premio a la mayor sensación de juego, que no de ganas. Por primera vez en la temporada, aparecen los problemas defensivos, quizá porque Andrade y Coloccini no han encontrado aún la compenetración que exhibieron la campaña pasada. Cuando el partido era más para el Betis, Megía Dávila se encargó de poner Riazor patas arriba. Primero, al no proteger a Valerón, objetivo de las patadas rivales; después, al errar continuamente en sus decisiones. Un concierto enfervorizó a la grada, que contagió a los jugadores. Y el asunto acabó por embarullarse aún más en en el tramo final. En el río revuelto, el Dépor sabe pescar. Hace diez días en Riazor y el sábado pasado en Valencia. Un enganche entre Miguel Ángel y Tristán acabó con el delantero en el suelo. Penalti. Empate. Y expulsión de Serra Ferrer. La fe, como entonces, hasta el último instante. Lucha contra todo Si algo no se le puede echar en cara al grupo de Caparrós es que es capaz de luchar contra todo. Afrontó el segundo tiempo con el mismo empuje. Cierto que sin pegada y con escasa profundidad por unas bandas heridas, pero capaz de buscar en cada saque de esquina y en cada rechace la suerte. Hasta el último aliento. Como frente al Atlético de Madrid. No encontró el premio el Deportivo a su trabajo, a su espectacular derroche físico. Tampoco un Real Betis que amenazó en cada contraataque y en cada falta de que lanzó Assunçao. Lo importante, así lo remarca siempre Caparrós, es sumar. Y eso es lo que hizo ayer. Además, sigue invicto en una Liga que promete igualdad y lucha. Nadie cede un palmo. Tampoco el Deportivo de Caparrós. Un punto ante un rival de los que estarán arriba, un test que reafirma lo apuntado. Sobran ganas y garra. Falta pegada. El Dépor no puede sustraerse a la polémica. En tres de sus partidos han abundado las batallas.