España cambia su destino

Toni Silva REDACCIÓN

DEPORTES

G. Breloer

Conquista su primer oro mundial tras ridiculizar al campeón olímpico.

06 feb 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

El balonmano le ha lanzado una indirecta al balompié: no hay como dejar en paz a la selección para que se proclame campeona. Medio país se percató de que España jugaba el Mundial de Túnez cuando ésta llegó a semifinales, sin apenas tiempo para transmitir presión a través del Mediterráneo. Los seleccionados mantuvieron su aislamiento mental y llegaron ante Croacia con la sensación del deber cumplido. A partir de ahí, España reventó la tradición con un partido de ensueño colgándose el oro del cuello, una medalla reservada hasta ahora a nórdicos, eslavos o, como la mayoría preveía ayer, balcánicos. No hubo titubeos iniciales ni minutos de acoplamiento. Los hombres del eventual Juan Carlos Pastor, cuyo contrato finaliza hoy como seleccionador, sólo permitieron que el 0-1 de Dzomba fuese la única ventaja croata. Y el 6-6, el último empate. A partir de ahí, España tomó el rumbo a una venganza cargada de humillación. Los minutos no tardaron en demostrar que la defensa 6-0 española era más rentable que le 3-2-1 de los croatas, especialmente cuando Juancho Pérez era la referencia. Pastor mantuvo el «no tocar en caso de necesidad», y las exclusiones rojillas fueron mínimas. Los aciertos lejanos de Entrerríos obligaron a los balcánicos a abrirse más de lo deseado, circunstancia que cada tres ataques aprovechaba Rolando Uríos recibiendo en el pivote para batir al dúo de porteros del actual campeón olímpico. Pero a la eficacia exterior o al peligro del pivote, España añadía la improvisación de Juanín García. El extremo del Ademar León, un genio anárquico, propinó los golpes más duros cuando los croatas corregían los errores de bulto. Y cuando no entraba desde el extremo izquierdo, el leonés galopaba con balones robados, hasta sumar once goles, más del 25 por ciento de la selección, y sólo dos de penalti. Algo hacía España demasiado bien cuando, con su primer excluido, incrementaba la ventaja a siete goles (16-9 en el minuto 20 del partido). Iker Romero vivió sus mejores momentos antes del descanso, al que se llegó con un inesperado 21-13. No había que fiarse. El día anterior los balcánicos habían levantado cuatro goles a Francia. Pero ocho de ventaja ya pintaban demasiados. Por si acaso, en la reanudación Juanín acertó tras el primer fallo croata, que continuaba con un carrusel de porteros. Pero los de campo tampoco andaban finos: tardaron cuatro minutos en marcar en la reanudación, obra de un Balic cuya calidad sólo se vio en seis ocasiones. Mateo tomó entonces el relevo inspirador de Romero, y el veterano respondió a los goles rivales, además del incombustible Juanín, que colocó en el marcador tunecino el 33-20, la mayor ventaja de España en la primera final mundialista de su historia. La evidencia de la victoria dio paso a la relajación hispana y a momentos de acierto croata, especialmente de Sprem, con un inquietante parcial de 0-5, desmantelado por otro lanzamiento de Entrerríos. A falta de ocho minutos, Croacia debía remontar ocho goles. Pero ni una hora le hubiera bastado. Ante sí tenía a la mejor selección del mundo, que se tomó, en un solo partido, la venganza por las derrotas de las siete citas anteriores.