Hace tiempo que se acabaron los lujos en el Compostela. Los placenteros viajes (siempre que lo permitían las compañías aéreas) ya son historia. A Valencia, más de mil kilómetros por el asfalto. Los lujos de Primera División (y a veces de Segunda) ya están en el archivo. El Compostela no anda para muchos gastos. No hay un duro y ni siquiera el trascendental encuentro de hoy en Mestalla ha podido cambiar la dinámica. Los jugadores del Compostela llegaron muy cansados, pero ilusionados. Iniciaron su singladura hacia las once de la noche del jueves. Las primeras horas del viaje fueron amenas, pero pronto el sueño empezó a vencer a los compostelanistas, que durmieron (o al menos lo intentaron) en todas las posiciones. Más de uno se echó la siesta tumbado sobre el pasillo del autobús. Arribaron a la capital del Turia sobre las nueve y cuarto de la mañana. Media hora más para cruzar Valencia y llegar al hotel de concentración, en donde les esperaba la tan deseada cama. Sobre las diez menos cuarto, los convocados por Duque estaban estirados en el catre, con mucho sueño, pero con la única intención de ver la victoria de España. Los blanquiazules llegaron con el tiempo suficiente sufrir el primer periodo de los de Camacho. Pero pudieron festejar después el pase a octavos de final. Fútbol contra el sueño España es la primera selección que tiene el pasarporte para la segunda ronda. Y los compostelanistas le robaron tiempo al sueño para ver en directo el descalabro de Paraguay y del bocazas de Chilavert, que cantó más (no mejor) que Plácido Domingo. El viaje de vuelta seguirá las mismas constantes pero el peso del itinerariao guardará una relación directa con el resultado del partido de esta tarde. Si el equipo gana, afianzará su candidatura al ascenso. Si empata, seguirá en la brecha pero sin el sabor dulce que deja un golpe de autoridad. Y si el Compos pierde, los kilómetros de vuelta se harán más largos. El conjunto espera ofrecer su mejor imagen y allanar el regreso.