FÚTBOL La noche de reyes de 1976, en el pueblo de La Algaba (Sevilla) nacía Diego Tristán, un verdadero regalo para el fútbol español. Hoy, 24 años después, el joven jugador ha pasado de ser la perla de Son Moix a una firme realidad en el panorama futbolístico español. Seguro que sería, aunque algo tardío, un buen regalo de Reyes para el Deportivo.
07 ago 2000 . Actualizado a las 07:00 h.La historia de Tristán es como la de muchos otros. En 1995, empieza a jugar en el segundo equipo del Betis, dentro del Grupo IV de la Segunda División B. En su primer año en el filial, el joven delantero empieza a dar muestras de gran goleador. Jugó todos los partidos, y sus once dianas le aseguraron el puesto un año más con la camisa verdiblanca. En su segunda temporada en el Betis B (96/97) las cosas no se torcieron, continuó con su progresión y con sus estadísticas. Volvió a marcar la misma cifra de goles que el año de su debut, once. El nombre de Diego Tristán comenzaba ya a sonar en los pasillos del entonces Benito Villamarín. El joven sevillano era una perla que se estaba cultivando en el Betis, un proyecto de futuro que debería seguir formándose en filial. En su tercera campaña en el equipo verdiblanco, Tristán era el puntal del equipo y, en sólo 24 partidos, metió sus once goles de siempre, para no romper las estadísticas. La Segunda B se le estaba quedando pequeña y Lopera, más preocupado por la situación de su equipo, no supo retener a la promesa. Poco tiempo después de comenzar la nueva temporada, el Mallorca le lanzó sus redes. El sevillano llegaba con ganas de jugar en Primera, pero no tenía sitio. Dani, Gabrich y compañía le cerraban el paso, así que se quedo en el Mallorca B, recién ascendido a la División de plata. Asumió el cambió sin problemas, incluso rompió sus estadísticas: en su primer año en el filial mallorquinista anotó 15 goles. La promesa era ya una realidad. Cúper no contó con él, pero tras su marcha Tristán pasó a integrar el primer equipo.