El Princesa de Asturias se adelanta al Nobel y premia a Murakami

césar coca MADRID / COLPISA

CULTURA

Murakami, durante su visita a Santiago en el 2009 para recoger el premio San Clemente.
Murakami, durante su visita a Santiago en el 2009 para recoger el premio San Clemente. Sandra Alonso

El escritor japonés es un maestro de la combinación entre realidad y fantasía

25 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El día 1 de abril de 1978, a la una y media del mediodía, el jugador estadounidense de béisbol Dave Hilton, por entonces en un equipo japonés, hizo una gran jugada en el estadio Jingu, en Tokio. Fue tan buena que en ese momento uno de los espectadores, un joven de 29 años que se ganaba la vida trabajando en su propia tienda de discos, tuvo una revelación: iba a escribir una novela. Esa misma noche, a mano y en la cocina de su casa, comenzó a escribir. Cuarenta y cinco años, un mes y veintitrés días después, Haruki Murakami, aquel joven, ahora un escritor consagrado, traducido a cincuenta idiomas y favorito para el Nobel desde hace al menos una década, ha sido galardonado con el Princesa de Asturias de las Letras. La combinación de realidad y fantasía, y su forma de abordar los grandes problemas de la humanidad, sobre todo la soledad en sociedades aparentemente hiperconectadas, le ha valido un premio que, como ha sucedido ya en cuatro ocasiones, puede ser la antesala del Nobel.

El jurado, presidido por Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia, ha valorado «la singularidad de su literatura, su alcance universal, su capacidad para conciliar la tradición japonesa y el legado de la cultura occidental en una narrativa ambiciosa e innovadora, que ha sabido expresar algunos de los grandes temas y conflictos de nuestro tiempo». Ahí están, en la veintena de libros de narrativa que ha publicado, esos personajes desvalidos ante la soledad, las dudas sobre el valor de su propia existencia, el laberinto de las grandes ciudades e incluso el terrorismo. «Su voz, expresada en diferentes géneros, ha llegado a generaciones muy distintas. Haruki Murakami es un gran corredor de fondo de la literatura contemporánea», concluye el acta del jurado.

Aquel lejano día de primavera de 1978 en que vivió un episodio casi propio del realismo mágico supuso también un punto de conexión entre dos aspectos cruciales en la vida del escritor: la literatura y el deporte. Antes, Murakami, nacido en Kioto e hijo de profesores de Literatura, había recibido una educación con una gran influencia de la cultura estadounidense. Terminados sus estudios de Literatura Griega, trabajó en una tienda de discos y puso un bar en el que sonaba continuamente jazz. Algunos de estos episodios se encuentran en textos como Tokio blues, la novela que lo lanzó a la fama internacional.

A raíz del éxito de ese libro, sintió que era un extraño en su propio país y se instaló durante unos años en América y Europa, para regresar a Japón tras los momentos difíciles del terremoto de Kobe, ciudad en la que había residido un tiempo, y el ataque con gas sarín al metro de Tokio. Estos hechos aparecen en sus obras, igual que su afición por el deporte. Hoy, a los 74 años, ya no participa en maratones ni otras pruebas de resistencia extrema, pero se acuesta muy pronto para levantarse de madrugada a correr. Como ha explicado en alguna entrevista, «trabajar en algo artístico es una actividad insana» que debe compensarse con «una vida equilibrada y deportiva». Es de lo que trata uno de sus libros más conocidos: De qué hablo cuando hablo de correr. Ha aprendido del deporte otra cosa muy importante: a entender «el bello arte de la derrota, que es siempre de una profundidad mayor que el de la victoria».

Hace apenas un mes llegó a las librerías su última obra, cuyo título, en traducción literal, es La ciudad y sus muros inciertos. Se trata de un texto de 1.200 páginas que es su primera novela en seis años. En España aparecerá ya en el 2024, según anunció Tusquets, el sello que lo edita desde comienzos de siglo. El escritor japonés ha sido traducido a cincuenta idiomas y ha ganado con anterioridad los premios Jerusalén y Kafka. Nadie descarta que unos días antes de viajar a Oviedo para recoger el Princesa de Asturias reciba otra llamada: la de la Academia sueca. Con seguridad, el jurado ha tenido en cuenta también esa posibilidad.