Rogelio Groba: «Me gustaría ser recordado como un compositor que deja un legado fruto del amor a Galicia»

Hugo Álvarez

CULTURA

CEDIDA

El legendario maestro, de 92 años, estrena su «Sinfonía número 16 Voces da Terra» por el 30.º aniversario de la OSG

01 ene 2023 . Actualizado a las 18:28 h.

El compositor gallego Rogelio Groba (Ponteareas, 16 de enero de 1930) asegura, parafraseando a Henry Ford, que uno solo se hace viejo cuando deja de aprender, tenga 20 u 80 años. Con 92, Groba da buena muestra de su infatigable juventud cuando se celebra el 30.º aniversario de la Orquesta Sinfónica de Galicia, de la que fue promotor y compositor asociado. El miércoles 9 de noviembre estrena su Sinfonía número 16 Voces da Terra para conmemorar dicha fecha.

—¿Qué supone regresar a la OSG con una obra de encargo en la temporada de su 30.º aniversario?

—Siempre es un verdadero placer y una alegría inmensa que la OSG estrene mi Sinfonía n.º 16. Fíjese que la OSG se estrenó en su primer concierto en 1992 con una de mis obras, Ultreia (Pórtico sinfónico). Y durante los dos años siguientes fui compositor asociado. Recuerdo con mucha alegría cuando la dirigí, junto al London Voices, coro colaborador con la London Symphony Orchestra, en el estreno de mi Gran cantata Xacobea; y también recuerdo con cariño el estreno de mi concierto para violoncelo y orquesta, Fauno, con el fantástico Mats Lidström como solista.

—¿Cómo equilibra su «Sinfonía n.º 16» la vertiente filosófica y las corrientes tradicionales?

—Es una sinfonía festiva que utiliza como inspiración los cuatro elementos clásicos de la filosofía presocrática: viento, agua, tierra y fuego, que tanto han influido en la cultura y pensamiento europeo. Y los he metamorfoseado con la quintaesencia de la Galicia que se canta a sí misma, su raíz folklórica.

—¿Qué significa la tradición gallega en su producción y en esta obra en concreto?

—A lo largo de mi vida, siempre he intentado ser fiel a mis ideas y mis pulsiones creativas sin complejos, con sinceridad. Dentro de este camino, se podrían definir tres vertientes estéticas. La primera es in modo antico, que nace de la inspiración de la Galicia en tiempos pretéritos: un neoclasicismo galaico. La segunda es expresionista, emerge del sincretismo de la Galicia más valleinclanesca, esa mezcla entre lo apolíneo y dionisíaco; y la estética postbartokiana, que tanto me ha seducido. La última nace de la contemplación y devoción a la belleza de nuestra tierra gallega.

—¿Qué proyecto pendiente le gustaría ver sobre un escenario?

—Sin duda, mis óperas. De las seis óperas que he compuesto solo he podido disfrutar de una de ellas, El gato con botas, con la Orquestra de Cámara Galega dirigida por mi hijo Roge. Me encantaría poder llegar a ver el estreno de Divinas palabras, sobre texto íntegro de Valle Inclán, o María Pita, a la que le guardo un enorme cariño como heroína emblemática de la ciudad de A Coruña, en la que he residido durante la mayor parte de mi vida y que tanto estimo.

—¿Cómo diría que ha evolucionado su música?

—La evolución es la parte esencial del proceso compositivo. Desde que empecé mi carrera artística no he parado de aprender de cada caída. Parafraseando a Henry Ford, «cualquier persona que deje de aprender es viejo, ya tenga 20 u 80 años». Cualquier persona que siga aprendiendo se mantiene joven» y siempre he intentado ver los obstáculos como esas cosas espantosas que ves cuando apartas tus ojos de la meta. Mi meta, mi pasión vital, ha sido la música. La verdadera evolución comenzó en 1972 con la composición y estreno de la Cantata Nova Galicia porque sentí claramente cuál era mi camino expresivo.

—¿Qué le ha aportado la música?

—Una forma de vida, de sentir y ver el mundo. Mi vida ha girado en torno a la música y a mi familia.

—¿Cómo le gustaría ser recordado?

—Como un compositor que deja un legado compositivo fruto del amor a Galicia.