Guggenheim, 25 años de una historia de éxito narrados por su colección de arte

Héctor J. Porto BILBAO / ENVIADO ESPECIAL

CULTURA

«Tulipanes», un ramo de flores gigantesco obra de Jeff Koons, que habitualmente ocupa una de las terrazas exteriores del museo.
«Tulipanes», un ramo de flores gigantesco obra de Jeff Koons, que habitualmente ocupa una de las terrazas exteriores del museo. Miguel Toña | Efe

El museo bilbaíno inaugura una exposición con una amplia selección de la obra adquirida desde su fundación

20 oct 2022 . Actualizado a las 08:53 h.

No fue fácil. Suscitó mucho debate en el origen, contestación sobre el modelo, duras críticas al proyecto arquitectónico de Frank Gehry. Que si iba a ser un puro espectáculo sin fundamento, una cáscara vacía, una ostentosa operación de imagen o una mera franquicia de la casa madre neoyorquina. Como destacaba el lunes el lendakari Iñigo Urkullu, como «símbolo de apertura, encuentro y tolerancia», incluso ETA lo «quiso destruir» con un atentado que frustró el ertzaina Txema Agirre a costa de su vida.

El arquitecto canadiense Frank Gehry, en Bilbao para asistir a los festejos del 25.º aniversario del Guggenheim, uno de sus edificios más famosos.
El arquitecto canadiense Frank Gehry, en Bilbao para asistir a los festejos del 25.º aniversario del Guggenheim, uno de sus edificios más famosos. Luis Tejido | Efe

Hoy nadie discute el lugar que ocupa el Museo Guggenheim en Bilbao, País Vasco, España, Europa... Y no solo por su producción de contenidos culturales, sino porque se erigió ya en sus inicios en buque insignia del proceso de transformación de una ciudad que se hallaba hundida por la reconversión industrial, asistiendo al final de la hegemonía de sus astilleros y altos hornos. Fue una especie de milagro, el motor de una conjunción de múltiples factores que derivaron en que un polo para la actividad artística, con su emblemático edificio, arrastró otras variables que condujeron a la regeneración de una ciudad y una región hasta cambiar la economía diversificándola y modernizándola.

Detalle del gran «Mural n.º 831» del pionero estadounidense del arte conceptual y el minimalismo Sol LeWitt.
Detalle del gran «Mural n.º 831» del pionero estadounidense del arte conceptual y el minimalismo Sol LeWitt. Miguel Toña | Efe

«El museo llenó de color una sociedad y una ciudad que vivían en blanco y negro. Fue el gran revulsivo», subrayó este martes Gorka Martínez, director general de BBK, entidad que patrocina la exposición «Secciones/Intersecciones», que se inaugura este miércoles y que reúne una selección de la colección de arte que el Guggenheim ha ido configurando desde mediados de la década de 1990. El discurso de la muestra construye un relato que, al tiempo, narra esa historia de 25 años de éxito. Un éxito que otros quisieron emular pero no dieron con la tecla, porque se quedaron en la superficie, como recordó Juan Ignacio Vidarte, director del museo, que no quiso mencionar ejemplos, aunque todos tenían en mente los casos de la Cidade da Cultura en Santiago y la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, que aún tratan de encontrar un camino de viabilidad, un programa de futuro.

Vista de varias piezas del escultor vasco Jorge Oteiza.
Vista de varias piezas del escultor vasco Jorge Oteiza. Miguel Toña | Efe

«Secciones/Intersecciones» es una ambiciosa propuesta comisariada por Lekha Hileman Waitoller, Manuel Cirauqui, Lucía Agirre, Geaninne Gutiérrez-Guimarães y Maite Borjabad, que ocupa los tres pisos del inmueble a orillas de la ría y presenta un complejo relato en torno a 130 obras de las 175 que alberga la colección entre propias (alrededor de 150, las adquiridas desde su fundación) y préstamos a largo plazo. La muestra acoge una magnífica representación del arte contemporáneo occidental de la segunda mitad del siglo XX y el XXI, una cronología que inaugura el impresionante lienzo Sin título de Mark Rothko datado entre 1952 y 1953. No por ello esta pintura abre la exposición, ya que la visión panorámica organizada se desarrolla en tres aproximaciones temáticas —cada una articulada en tres apartados—: Marcando la historia, en la tercera planta; Desplegando narrativas, en la segunda; y La vida material, en la primera.

Detalle de la obra del artista estadounidense John Chamberlain «Dolores James»; al fondo, vista parcial de «Nueve discursos sobre Cómodo», de su compatriota Cy Twombly.
Detalle de la obra del artista estadounidense John Chamberlain «Dolores James»; al fondo, vista parcial de «Nueve discursos sobre Cómodo», de su compatriota Cy Twombly. Miguel Toña | Efe

El visitante gozará de obras icónicas de Beuys, Motherwell, Warhol, Cristina Iglesias, Koons, Doris Salcedo, Basquiat, Chillida, Yoko Ono, Kiefer, Barceló, Baselitz, Kounellis, Richter, Oteiza, Klein, Francesco Clemente, Richard Long, Mona Hatoum, Txomin Badiola, Ernesto Neto, Rosenquist, Ellsworth Kelly, Yayoi Kusama, Susana Solano, Lee Krasner, Javier Pérez, Thomas Struth, Antonio Saura, Gilbert & George, John Chamberlain...

La comisaria Lekha Hileman Waitoller comenta los pormenores de la obra «Mar creciente», del artista ghanés afincado en Nigeria El Anatsui.
La comisaria Lekha Hileman Waitoller comenta los pormenores de la obra «Mar creciente», del artista ghanés afincado en Nigeria El Anatsui. Miguel Toña | Efe

El Anatsui, Ghana para romper el eje europeo-americano

La exposición «Secciones/Intersecciones» repasa las singularidades existentes en los fondos del Guggenheim, pero no busca ofrecer un relatorio lineal de la historia del arte. «Explora el potencial de las obras para generar discursos, relaciones y relatos que cuentan la experiencia de este museo», subrayó uno de los comisarios, Manuel Cirauqui. «Se trata de generar narraciones interesantes que reflejen nuestra realidad contemporánea», ahondó su colega Lekha Hileman, que aclaró que en las salas se enfrentan piezas aparentemente ajenas pero sobre las que el espectador podrá trazar nexos porque se establecen entre ellas diálogos muy enriquecedores. En ese sentido, Richard Armstrong, director del museo neoyorquino Solomon R. Guggenheim, y de su fundación, recordó su época de comisario y elogió a las nuevas generaciones por su esfuerzo en ir más allá del gran curso canónico e indagar enfoques innovadores y, con un espíritu más amplio, repensar las conexiones del arte con la sociedad actual. El proyecto retrata esos 25 años de camino, los que marca la horquilla que va del gran Mural n.º 831 del pionero estadounidense del arte conceptual y el minimalismo Sol LeWitt (1928-2007), un encargo específico del Guggenheim de Bilbao realizado en 1997, a la adquisición del mural del ghanés El Anatsui (1944) Mar creciente -una impresionante pieza que semeja hecha de tejido pero que está confeccionada cosiendo con alambre pequeños restos de metal de los cierres de las botellas de licor que aluden al pasado colonial y a cómo se intercambiaban esclavos por alcohol-, una incorporación que trata de romper el aplastante dominio del eje europeo-estadounidense de la colección. El museo ha invertido en torno a 115 millones de euros en un plan de compras que financian el Gobierno vasco y la Diputación de Vizcaya. Una historia de éxito, pero del éxito que surge de la fascinación por la belleza, por la cultura.