—El dinero siempre es el problema pequeño.
—Yo creo que sí. Evidentemente, para mí nunca fue lo fundamental. Si no tenía dinero, compraba menos rollos. Siempre fui trampeando. Y hoy en día, lo mismo.
—¿Cuándo supo que la fotografía sería su vida?
—No sabría decirlo, pero sí puedo decir que el enganche lo tengo desde que empecé. Hubo momentos en los que la pasión se consolidó. Recuerdo un libro que me trajeron de Francia que se llama París de nuit, de Brassai. Lo recuerdo como algo impactante. Pensé: «Yo quiero hacer esto». Pero no fue solo eso, hubo más cosas. Una te lleva a la otra.
—¿Siempre lleva una cámara?
—Últimamente no.
—¿Usa el móvil?
—Con el móvil casi solo le hago fotos a mi nieto. A no ser que vea algo muy interesante. Algunas veces me paro y hago una foto, como si fuera un apunte. Y pienso: «Tengo que volver por aquí con la cámara. Pero la magia de las cosas es instantánea. Y cuando vuelves con la cámara ya no es lo mismo.
—¿Y revela?
—Hace unos años que dejé el laboratorio. Sigo usando la película y no tengo cámara digital. Las películas las mando a revelar. Yo, mientras haya rollo, tiro del rollo. La película tiene una magia, una textura, un colorido... sobre todo una atmósfera que yo creo que no me la daría el digital. Y además, ¿qué más da? Cualquier fórmula es buena si te funciona. A mí me funciona esta así que, ¿para qué voy a cambiar?
—Pero dejó el blanco y negro y se pasó al color.
—Bueno, aquello fue terapéutico, lo necesitaba. Fue en el 2000. Llevaba 20 años haciendo series en blanco y negro y la verdad es que estaba hasta los huevos de que me etiquetaran. Que si realismo mágico, que si documentalismo onírico, yo que sé la cantidad de rollos que me ponían. Y tenía ganas de transitar al color. Creo que lo necesitaba hasta físicamente. Me costó, pero fue muy gratificante. De todos modos, nunca dejaré de hacer fotos en blanco y negro.
—El retrato no lo ha cultivado.
—Es una asignatura pendiente. Los he hecho, sobre todo a artistas en su estudio, pero nunca los he expuesto. El retrato es muy difícil porque es algo más que hacer una foto bonita de alguien. Hay que capturar su magia, su aura. Si no le he hecho más es por un cierto pudor.
—¿Celta o Dépor?
—Deportivo. Yo digo que soy ferrolñés, porque nací en Ferrol pero vine a Coruña a los 10 años. Así que soy del Dépor y del Rácing.
—Hágase una pequeña autodefinición.
—Soy bulímicamente curioso. Y si una cosa me gusta, soy muy constante e hipercrítico conmigo mismo.
—Y una breve definición de Galicia.
—Galicia es una mezcla entre Cunqueiro, Maruja Mallo, Antón Reixa y la Panorama. (Lo piensa un segundo y se troncha de risa).
—¿Qué le gusta hacer por placer?
—Me gusta mucho el agua: nadar, flotar. Todo lo que genera el agua, me encanta.
—Dígame algo que hace mal y que le gustaría mejorar.
—Se me ocurren varias cosas. Me gustaría quitarle importancia a cosas que no la tienen. A veces no soy capaz de relativizar.
—Una canción.
—My Way, de Frank Sinatra.
—Dicen que es un gran aficionado al jazz.
—Sí, el jazz es fundamental en mi vida y yo diría que en mi trabajo. Yo sin swing no funciono, ja, ja. Me hace falta.
—Si mañana vinieran los nazis a quemarle su discoteca y solo pudiera salvar un disco...
—Kulu se mama, de John Coltrane. Me marcó. También porque está relacionado con cuando conocí a mi mujer. Es una joya, como todos los discos de Coltrane.
—¿Qué es lo más importante en la vida?
—Estar en paz. Contigo mismo y con los que te rodean. Eso es el summum. Pero es muy difícil.