Añorando a Torrente

miguel anxo fernández

CULTURA

J.P. Gandul

La última película de Santiago Segura, «A todo tren. Destino Asturias», se suma al filón abierto con «Padre no hay más que uno»

31 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

De Segura ni se duden sus capacidades como director y productor. Su saga de Torrente, digan lo que quieran sectores de la crítica, son artefactos homologados, cuyas pasadas de frenada —incluida su escatología— responden a coyunturas puntuales, pero ni se cuestione su factura, a años luz del subgénero español de tiempos remotos, léanse Ozores, Martínez Soria, Naschy, Merino y no pocos Klimovsky y Aguirre, que revisados ahora, son filmes gaseosos. Segura se librará de eso cuando pasen varios lustros, porque rueda bien aunque su fuerte no sea filmar a pequeños ni sus guiones aspiren a la excelencia. A todo tren. Destino Asturias se suma al filón abierto en 2019 con Padre no hay más que uno, taquillazo que le animó a una secuela estrenada en plena pandemia -acto heroico, sin duda- y ahora insiste, aunque de aquellas solo conserva el tono y la insistencia en rodearse de chavales. Allí, el atribulado padre de una prole era Javier, y ahora es el igualmente atribulado Ricardo, aunque con hijo único y unos cuantos… prestados.

Sinceramente ¡Regresa Torrente! Segura tiene muy claro que su objetivo es el target familiar y hacer caja. Nada que reprochar. Otras marcianadas, no pocas llegadas de Hollywood, pretenden lo mismo y los exhibidores cantando jotas. Incluso consigue su objetivo: el público cómplice sabe lo que le espera y lo recompensa en taquilla. Ahora bien, el resultado admite reproches justificados. Pudo redondear de no haber dos tramas en una: el viaje de los críos en tren y el de los adultos por medios circunstanciales. De modo que el primero acaba aplastado por el segundo, con situaciones divertidas pese al empeño de Harlem en hacer de si mismo.

Que el director y su coguionista Marta Fernández de la Vega -fiel al madrileño desde Sin rodeos, en 2018-, no aspiran al Goya, queda claro, pero sorprende su genuflexión ante lo políticamente correcto y el lenguaje inclusivo junto a otras lindezas. Se añora algo más de mala baba… torrentiana. Nada más saludable que reírse de uno mismo, y también de todas, todos y todes.