«Mi puntuación es mi respiración», advertía Clarice Lispector a los editores de sus crónicas periodísticas

H. J. Porto REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Un infeliz matrimonio y las horribles lesiones que le dejó un incendio añadieron dolor a los pesares que Clarice Lispector (1920-1977) arrastraba de la niñez, con frecuencia agravados por la penuria económica
Un infeliz matrimonio y las horribles lesiones que le dejó un incendio añadieron dolor a los pesares que Clarice Lispector (1920-1977) arrastraba de la niñez, con frecuencia agravados por la penuria económica ARCHIVO Paulo Gurgel Valente

El sello Siruela reúne en un tomo los singulares trabajos que la escritora brasileña de origen ucraniano publicaba en diarios y revistas

31 may 2021 . Actualizado a las 05:05 h.

«La añoranza es un poco como el hambre. Solo se pasa cuando se come la presencia. Pero a veces la añoranza es tan profunda que la presencia es poco: se quiere absorber del todo a la otra persona. Ese deseo de ser el otro para alcanzar una unión total es uno de los sentimientos más urgentes que tenemos en la vida». Esta breve reflexión -tan poética como llena de intimismo y filosofía- es una de las piezas de la escritora brasileña nacida en Ucrania Clarice Lispector (Chechelnik, 1920-Rio de Janeiro, 1977) que se recoge en el tomo Todas las crónicas que acaba de publicar Siruela, sello de referencia de su obra en España, y que llega apenas dos años después de que pusiese en las librerías un volumen con los cuentos completos, aprovechando que se cumplía en el 2020 el centenario de su nacimiento.

Es también una muestra de la singular escritura de la autora de la novela Cerca del corazón salvaje, y confirma lo que ya habían hecho sus relatos, lo muy cerca que su escritura está de su vivencia personal y el intransferible, inasible, instintivo, fugaz, hermosísimo pero extraño sello de su lirismo, tan irrepetible.

Así decía el escritor, crítico literario y traductor Benjamin Moser (Houston, 1976), y su biógrafo, en una entrevista en La Voz de Galicia, sobre las razones que justifican leer la compleja obra de Lispector: «Nos lleva a conocer regiones del alma que no creo que mucha gente alcanza. Tuvo coraje de ir cavando cada vez más hondo en sus propios sentimientos. Te da esperanza, interés en la vida. Leerla, sentir su proximidad, es casi como una atracción sexual. He aprendido mucho de ella, sobre todo una lección moral de cómo ser capaz de ser fiel a su propia rareza, asumirse como era y seguir adelante, enfrentando obstáculos terribles por ser fiel a sí misma. Los que la queremos somos fanáticos, queremos compartirla, dársela a los demás».

Todas as crônicas -editado en Brasil en el 2018- compila su producción periodística -en una investigación que hizo aflorar más de 120 textos inéditos en el formato de libro-, que desarrolló entre 1946 y el mismo año de su muerte, en 1977, y apareció, en su mayoría, en Jornal do Brasil, y otras publicaciones como O Jornal, Senhor, Joia y Última Hora. El lector puede ver ahora lo que pensaba de Borges, García Márquez y Nélida Piñón, pero también curiosas entrevistas con Jobim y Neruda.

Rogaba Lispector a su editora de mesa que cuidase mucho sus piezas y que no tocase sus comas: «Mi puntuación es mi respiración», confesaba, pero, a pesar de tanta pulcritud, también admitía su querencia por lo fallido: «Me gusta, de manera caprichosa, lo inacabado, lo mal hecho, aquello que intenta sin gracia un pequeño vuelo y se cae sin gracia al suelo».

En una de sus pequeñas y preciosas crónicas, La pesca milagrosa, deja ver mimbres de su inaprehensible poética: «Entonces escribir es como quien usa la palabra como un cebo: la palabra que pesca lo que no es palabra. Cuando esa no palabra muerde el cebo algo se ha escrito. Cuando se ha pescado la entrelínea se puede con alivio tirar la palabra. Pero ahí acaba la analogía: la no palabra, al morder el cebo, la ha incorporado. Lo que salva entonces es leer distraídamente». De esta forma viajaba ella a la raíz de lo esencial.