Binomio sentimental Schuman-Brahms

antón de santiago

CULTURA

El pianista Javier Perianes
El pianista Javier Perianes PACO RODRÍGUEZ

Antonio Méndez dirige a la OSG y al pianista Javier Perianes en un programa en el que los afectos se expresan en música

24 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Con el 13.º concierto de abono concluyó el ciclo otoño-invierno de la Sinfónica de Galicia. Dos compositores unidos por acendrados sentimientos expresados en música: Robert Schumann (1810-1856) y Johannes Brahms (1833-1897). Oficiantes, Antonio Méndez (1984) y el pianista Javier Perianes (1978).

Brahms tiene 45 años cuando, contando en su haber dos sinfonías, un réquiem y el primer concierto para piano, compone un segundo que supere a aquél, sobrevenido, como es sabido, a causa de una sinfonía frustrada. El piano es el refugio, porque en él está el lenguaje primordial del hamburgués. A la vez el lenguaje sinfónico ya asumido en plenitud ha de estar en igualdad con el instrumento solista. El resultado es una tupida urdimbre temática, de honda inspiración, que, enmarcada en la forma clásica, expresa emociones cercanas a su declarado amor por Clara. Las trompas y el piano llaman a la efusión, que expresan, imbricados, solista y orquesta. El humor está en el scherzante segundo; de lirismo está impregnado el andante; el allegretto grazioso final torna al entusiasmo. La riqueza temática y constructiva, exige lectura precisa, con nervio, atenta, fraseo melódico en la orquesta e implicación virtuosística y profunda del pianista. Tras un comienzo frío, director y solista lo consiguieron. La orquesta y sus solistas, cómo no.

Schumann también se las tuvo con su incursión en el sinfonismo. Clara lo convenció para abordarlo. Sus problemas radicaban en la instrumentación. Y la de la Sinfonía n.º 2, que en realidad es la tercera en orden creativo, hubo de revisarla. Su contenido refleja el estado mórbido del autor, deprimido y enfermo, síntomas de los brotes esquizofrénicos que en una década lo llevarían a la muerte. De lo que él se percataba, si bien concluirla lo alivió. Dirigió el estreno, en 1845, Mendelssohn. La melancolía se manifiesta plenamente en el adagio, los otros movimientos, son intentos de elevar el espíritu, incluso el scherzo que también incurre en tristeza. Méndez condujo a la orquesta, con su gesto amplio, riguroso y al tiempo expresivo, a lectura convincente de tan sentida sinfonía. Señaló a los espléndidos solistas y levantó a las secciones y a toda la orquesta. Prolongadas ovaciones.