El misterio de «Las Meninas»

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Un fotograma de «El cuadro»
Un fotograma de «El cuadro» mare films

Andrés Sanz se adentra en los enigmas de la obra maestra de Velázquez en «El cuadro», un documental creativo sobre sus muchos interrogantes

12 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando tenía seis años, a Andrés Sanz (Madrid, 1969) lo llevaron a ver Las meninas. Se inició entonces una fascinación por la obra maestra de Velázquez que lo acompañó desde entonces y que ha cristalizado en El cuadro, un documental creativo que se vale de testimonios pero también de técnicas de animación y un original planteamiento visual.

«Las meninas pedía una película», reflexiona Sanz sobre su reto, adentrarse en el misterio del lienzo -y al que el propio Velázquez parece conminar al espectador desde su autorretrato- y llevar de la mano al público hasta ese cuarto palaciego. «Lo que no tenía sentido era hacer un ensayo para historiadores», añade. Sobre todo, lo que el director contagia es el asombro perdurable de los personajes del cuadro, en un proceso secuencial en el que un misterio lleva a otro: cuando uno cree saber qué pinta Velázquez en el lienzo del que solo se ve la trasera, entran en juego otros factores, como la perspectiva. O los vestidos. O la posición de los retratados. O la luz. La información que se va desgranando en El cuadro -que cuenta con los testimonios de Antonio López, Calvo Serraller, Manuela Mena o Félix de Azúa, entre otros- quizá no logre certezas definitivas -los entrevistados a veces se contradicen cordialmente- pero sí aporta el disfrute del conocimiento. Porque además otro de sus méritos es el de reeducar la mirada para abordar con perspectiva nueva una de esas obras maestras que por sobreexposición se miran pero no se ven. «Es como esos cuentos de Poe, donde la carta robada está a la vista pero nadie se da cuenta», ilustra Sanz, que cuenta con antepasados gallegos -su abuelo era de A Guarda- y que cita como otro elemento clave la cruz de la Orden de Santiago que luce Velázquez. Un rasgo que habla de la sintonía entre el pintor y Felipe IV, aunque más elocuente fue el hecho de que el artista se incluyese a sí mismo en el lienzo junto a los monarcas: nadie había hecho nada semejante.