Philippe Lançon, superviviente de la masacre de «Charlie Hebdo» que no conoce el odio

Miguel Lorenci MADRID / COLPISA

CULTURA

Philippe Lançon, durante una reciente entrevista que concedió a la Casa de América, en Madrid
Philippe Lançon, durante una reciente entrevista que concedió a la Casa de América, en Madrid

El escritor emociona y sobrecoge con «El colgajo», el relato de su renacer tras el atentado ocurrido en la sede del semanario parisino el 7 de enero del 2015

26 ago 2019 . Actualizado a las 23:29 h.

«No hay odio». Lo repite una y otra vez Philippe Lançon (Vanves, 1963), periodista y narrador francés, superviviente de la matanza de la redacción de Charlie Hebdo, que emociona, sobrecoge y estremece con El colgajo, un iluminador relato sobre su renacer emocional y físico tras la masacre. «No fue una terapia; ya estaba curado cuando lo escribí», advierte.

Colgajo es el término con el que los cirujanos designan la porción de piel con la que cubren una herida. Es lo que Lançon lleva sobre su mandíbula, destrozada por las balas y el odio yihadista en la masacre del semanario satírico francés, a la que logró sobrevivir de milagro el 7 de enero del 2015. Los médicos extrajeron de su pierna el injerto de piel y el hueso para reconstruir la parte del rostro destruido. Ese colgajo es el que da título a la novela que ha conmovido a más de 300.000 lectores en su país y que la editorial Anagrama pone a disposición del lector español el miércoles 28 de agosto. Es la gran apuesta del sello barcelonés para la rentrée literaria.

«No siento odio, ni ira, ni cólera; me habrían ahogado y robado la energía que necesitaba para seguir adelante», repite Lançon en entrevistas y coloquios en los que se regresa, invariablemente, a aquella infausta mañana en la que el destino le situó en la sede parisina de Charlie Hebdo, donde dos terroristas, los hermanos Cherif y Said Kouachi, acribillaron a once personas, varios de ellos dibujantes y columnistas colegas de Lançon.

Masa encefálica

Dos balazos en el rostro le dejaron seminconsciente, tendido en el suelo. Los asesinos le dieron por muerto y salvó así la vida. Testigo y víctima, explica que no alcanzó a ver a los criminales, pero que escuchó el aterrador tableteo de las armas, el zumbido de las balas y los desgarradores gritos de dolor de los heridos. Alcanzó a ver la masa encefálica de su amigo Bernard Maris esparcida por el suelo de la oficina.

Al brutal ataque siguieron diez meses de hospital y morfina y casi una veintena de operaciones para su reconstrucción facial. Tanto o más duro resultó el rearme moral y mental, al cuidado de sus familiares y amigos, lejos de París, amparado en la música de Bach y Bill Evans, en la lectura de Shakespeare, Kafka y Proust, pero sobre todo en la escritura. «La imaginación me salvó», dice Lançon, para quien la única manera de entender algunas cosas «es ponerlas por escrito».

Espectáculo barato

«Fue como un espectáculo horrible y barato», rememora Lançon, que asegura haber escrito el libro en Roma «como la novela que fue». «Solo quería entenderlo todo y apareció un sentido de máxima benevolencia», confesó ante los micrófonos de Radio Nacional de España. «Quería contar de forma muy precisa el antes y el después y cómo cambia una vida», incide.

Mezcla de crónica, memoria y gran literatura, El colgajo [Le lambeau, en francés] narra aquellos terribles hechos «tal y como los viví y sentí». «Aquí no soy periodista, soy protagonista», matiza. Con prosa llana y estilo depurado, es un conmovedor e íntimo relato de su combate por la vida que, a su vez, «describe una de las páginas negras de la reciente historia francesa», según señala su editor.

Por las páginas de El colgajo desfilan amigos, familiares, parejas y compañeros de trabajo que conocieron al viejo Lançon y contribuyeron a que naciera «el otro». Un nuevo Lançon que concede un protagonismo muy especial al personal sanitario, a esos «ángeles» de la cirugía, la fisioterapia y la psicología que procuraron al escritor un nuevo rostro y razones sobradas para una nueva existencia.

Dos balazos en el rostro lo dejaron seminconsciente; los asesinos le dieron por muerto y salvó así la vida
Tras lograr más de 300.000 lectores en su país, Anagrama lleva el miércoles la novela a las librerías españolas

«Cuento el día a día de mi alma y de mi estado físico»

Con tono mesurado, reflexiones sobre el paso del tiempo, sobre quiénes fuimos y quiénes seremos, Philippe Lançon traza una cartografía emocional de los vulnerables individuos que somos. Sin rehuir la crueldad, se detiene en los hechos cotidianos antes y después del atentado, en la vida hospitalaria y la larga reconfiguración de su nueva identidad. Relata cómo el hospital modifica su vida y la de las personas de su entorno. Cómo cambia sus sentimientos y recuerdos, su manera de leer, de escribir y «hasta de respirar». Emergen el miedo, la culpa y el pavor a la dependencia cuando está en lo más oscuro del túnel. «Cuento el día a día de mi alma y de mi estado físico», concluye.

La crítica francesa se rindió a un relato que, lejos de resultar oscuro, es iluminador. «Un libro necesario que nadie querría haber escrito y cuya absorbente lectura abre tantos interrogantes como brechas de esperanza», dicen sus editores.

Lançon es una firma habitual en las páginas de cultura del rotativo Libération y cronista de Charlie Hebdo. Autor de novelas como Les Iles (2011) y L’Élan (2013), verá El colgajo traducido al alemán, holandés, inglés, italiano, japonés, polaco y portugués, además del castellano y el catalán. Ganador en el 2018 de los premios Femina, Roger Caillois y Especial Renaudot, Lançon obtuvo antes el Hennessy de Periodismo Literario (2011) y el Jean-Luc Lagardère al periodista del año en el 2013. En el 2015 fue nombrado Caballero de las Artes y las Letras de Francia.